“¿Bebidas por aquí, papas fritas por acá?”. Quien repite esa frase para ofrecer víveres en Capitán Yáber es el mismísimo abogado penalista Luis Hermosilla, quien lleva tres meses y una semana privado de libertad en ese anexo de la Cárcel de Alta Seguridad.
Ahí cumple la medida cautelar de prisión preventiva, tras ser formalizado por delitos de corrupción en el caso Audio, y pese a su complejo escenario judicial aprovecha los días de visita -miércoles y viernes entre las 14:00 y las 17:00 horas- para socializar con su familia. Esta semana fue por primera vez su madre de 94 años. Llegó acompañada de uno de los hijos del penalista que lo visita permanentemente.
Hermosilla hoy tiene una comunidad de techo forzada en Capitán Yáber con una decena de compañeros improbables como el exsubsecretario del Interior, Manuel Monsalve y los protagonistas de los casos Audio y Factop, Daniel y Ariel Sauer y Rodrigo Topelberg. Todos socializan en un espacio espacialmente habilitado para ellos y sus visitas, a quienes esperan en pequeño hall de entrada que tiene la estatua de una virgen y pequeñas mesas para fumadores.
Una puerta más allá está el comedor donde los internos reciben ansiosos a sus invitados con café y galletas. El mismo lugar donde el próximo miércoles 25 celebrarán la Navidad.
Quienes están familiarizados con el mundo carcelario dicen que en Yáber pasan situaciones inusuales. “No es raro ver a personas que en un ambiente en libertad jamás cruzarían mirada alguna, hacerse cercanos en el cautiverio, como ocurrió con los hermanos Ariel y Daniel Sauer -de origen judío- y el exalcalde de Recoleta Daniel Jadue, conocido activista de la causa Palestina”, dice un gendarme que le ha tocado estar en el recinto.
Por tal motivo, no es extraño que personas como Hermosilla y Monsalve, que fuera de esas paredes están en veredas políticas completamente opuestas, durante el encierro experimenten una especie de “tregua” o amistad pasajera. Y es que la prisión para personas como el exsubsecretario del Interior ha calado hondo. De ser “el sheriff” que se posicionaba en pautas policiales para “festejar” la captura de avezados delincuentes, hoy pasó a ser un imputado más que -según la Fiscalía Centro Norte- arriesga 20 años de cárcel por la presunta violación y abuso a una subalterna.
Quienes ya están más habituados son los Sauer: llevan ocho meses presos y por su personalidad extrovertida ya piensan en cómo enfrentarán las festividades de fin de año. Como Hermosilla tiene cierto parecido a la figura del “Viejo Pascuero”, no pocos al interior del recinto aseguran: “¡Que papá Noel o papá Pitufo (Hermosilla) se ponga con los panes de Pascua!”.
Una “paz armada”
Una de las situaciones que enfrentan los internos de este penal especial es que algunos de ellos son los responsables de la “caída” del otro.
Tal es el caso del “inquilino más incómodo”. Se trata del empresario y exsocio de Factop Rodrigo Topelberg, que fue quien confesó haber difundido -a la CMF, la Fiscalía y Ciper- el audio en que Hermosilla hablaba de supuestos pagos de coimas a funcionarios públicos y que dio inicio al denominado caso Audio. Sin embargo, las esquirlas de esta investigación fueron mucho más allá. La incautación del celular del penalista y la filtración de sus chats determinaron la remoción y acusación constitucional de la ministra de la Corte Suprema Ángela Vivanco; además de una investigación penal que complica al exfiscal regional Oriente Manuel Guerra.
Pese a todo, quienes están al interior de Capitán Yáber aseguran que dichas rencillas quedan afuera. “Es como en el fútbol, las peleas se resuelven en la cancha, pero ahora estamos en un tiempo muerto, una especie de ‘entretiempo’ en que lo mejor es que lleven ‘la fiesta en paz’”, dicen gendarmes.
“Cuando Hermosilla quedó preso, los hermanos Sauer y Topelberg ya estaban ahí. Por eso, personal de Gendarmería les ‘leyó la cartilla’ y les dejaron en claro que si tenían cualquier discusión subida de tono, o pelea entre ellos, se les trasladaría a una cárcel común”, comenta una fuente penitenciaria.
Quienes han podido ingresar a la zona en que imputados se juntan con sus abogados, dicen que Manuel Monsalve ha recibido la visita semanal de un pastor evangélico de su zona y se le ve portando un rosario. Su esposa, María Eugenia Garrido, es de las pocas personas que llega constantemente a verlo. Del PS, muy pocos, entre ellos el extimonel Osvaldo Andrade. Del gobierno nadie.
Por su parte, quienes profesan el judaísmo instalaron junto a la virgen ubicada en el acceso una especie de cartel donde se leen frases en hebreo y al costado una estrella de David.
“No es poco común que quienes pasan por la cana se aferren a Dios”, dice un gendarme que asegura que lo más importante de la Noche Buena, el 24 de diciembre, más allá de la comida, es lo que “los imputados le pidan al de arriba”.