Venus siempre ha sido el gran “¿y si…?” de la astronomía. Es nuestro vecino más cercano, tiene un tamaño casi idéntico al de la Tierra y comparte una composición similar. Pero mientras aquí nos preocupamos por el cambio climático, Venus decidió irse al extremo: es un horno cósmico con temperaturas que funden plomo, una atmósfera que aplastaría a un submarino y nubes de ácido sulfúrico extremadamente tóxicas.

Por años, los científicos se preguntaron si Venus alguna vez fue más como la Tierra: ¿tuvo océanos? ¿pudo haber sido un hogar para la vida? Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Astronomy por un equipo de Cambridge podría darnos una respuesta menos poética y más brutal: Venus probablemente fue un infierno desde el principio.

¿Qué tiene de malo Venus?

En el espacio, como en la vida, no todo es cuestión de apariencia. A primera vista, Venus podría parecer el primo cercano y prometedor de la Tierra, pero un segundo vistazo revela el caos:

  • Temperatura media: 500 grados Celsius. ¿Un horno? No, más bien un infierno.
  • Presión atmosférica: 92 veces la de la Tierra. Equivalente a estar a 900 metros bajo el agua, pero sin un tanque de oxígeno.
  • Atmósfera: Nubes densas de dióxido de carbono mezcladas con ácido sulfúrico.

Con esta tarjeta de presentación, Venus no parece el tipo de lugar que asociamos con vida. Pero durante mucho tiempo, los científicos mantuvieron la esperanza de que, en sus primeros años, Venus hubiera tenido océanos de agua líquida y condiciones más suaves, hasta que algo salió terriblemente mal: volcanes descontrolados que lo llevaron a un efecto invernadero sin retorno.

Una nueva teoría: ¿Y si Venus nunca tuvo oportunidad?

Aquí entra el trabajo de Tereza Constantinou y su equipo, quienes decidieron atacar esta gran pregunta desde una nueva perspectiva. En lugar de confiar en modelos climáticos hipotéticos, miraron algo más concreto: la atmósfera actual de Venus y la composición de los gases que liberan sus volcanes.

Lo que encontraron es bastante revelador. Las erupciones volcánicas en Venus contienen menos del 6% de vapor de agua, lo que sugiere que su interior también es seco. Por contraste, las erupciones en la Tierra están cargadas de vapor porque, bueno, aquí estamos llenos de agua.

En pocas palabras, Venus no solo está seco por fuera, sino también por dentro. Esto significa que, incluso si alguna vez tuvo algo de agua en forma de vapor en su atmósfera primitiva, probablemente nunca se condensó en océanos.

El agua perdida de Venus

Los investigadores no descartan que Venus, en su juventud, tuviera algo de vapor de agua en su atmósfera. Pero aquí está el problema: en lugar de caer como lluvia y formar océanos, las altas temperaturas habrían mantenido el agua como gas.

Con el tiempo, ese vapor habría comenzado a descomponerse. El hidrógeno, al ser tan ligero, se escapó hacia el espacio, mientras que el oxígeno se combinó con otros elementos, dejando al planeta completamente seco.

El resultado: nunca hubo océanos, nunca hubo vida como la conocemos, y Venus siempre fue… bueno, Venus.

¿Qué nos enseña Venus sobre la habitabilidad?

Aunque suena como un golpe bajo para los que esperaban encontrar un pasado amigable en Venus, este estudio es una lección clave para los astrónomos que buscan planetas habitables fuera de nuestro sistema solar.

Si un exoplaneta tiene una atmósfera parecida a la de Venus, con temperaturas extremas y alta presión, podríamos descartarlo rápidamente como un candidato para albergar vida similar a la nuestra. Esto permite enfocar esfuerzos en planetas con condiciones más prometedoras.

Sin embargo, como señala Constantinou, todavía existe la posibilidad de que la vida en Venus, si alguna vez existió, sea completamente diferente a la que conocemos. Quizás haya formas de vida extremas que puedan prosperar en entornos que para nosotros son impensables.

Lo que sigue: La Misión DaVinci

Si queremos respuestas más claras sobre el pasado (y presente) de Venus, tendremos que acercarnos. Ahí es donde entra la misión DaVinci de la NASA, programada para finales de esta década. Esta sonda estudiará la atmósfera del planeta con más detalle y podría ayudarnos a confirmar si alguna vez existieron condiciones mínimamente habitables en Venus.

Hasta entonces, Venus sigue siendo un enigma fascinante. Es un recordatorio de lo frágil que es el equilibrio que hace a un planeta habitable y de cómo las cosas pueden torcerse rápidamente en el caos.

/psg