En 1947, Albert Einstein —uno de los mayores genios del siglo XX— advirtió que el progreso científico sin responsabilidad ética podría acabar con la humanidad. Lo hizo no desde un laboratorio, sino al unirse al Boletín de Científicos Atómicos para crear un símbolo que aún hoy alerta al mundo: el Reloj del Juicio Final.

Este reloj simbólico no mide horas, sino la cercanía de la civilización a su colapso total. Desde su origen, fue una forma de denunciar los peligros de la carrera armamentista nuclear. Hoy, también incluye amenazas como el cambio climático y el avance desregulado de la inteligencia artificial. Y el panorama no es alentador: el reloj marca actualmente 89 segundos para la medianoche, su punto más crítico desde su creación.

Una advertencia que nació tras Hiroshima

Einstein apoyó en sus inicios el Proyecto Manhattan —que desarrolló la bomba atómica— con la esperanza de detener el avance nazi. Pero los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki lo hicieron cambiar radicalmente de postura. A partir de ese momento, se transformó en un defensor del desarme nuclear. “No sé con qué armas se peleará la Tercera Guerra Mundial —dijo—, pero la Cuarta se peleará con palos y piedras”.

Como muchos otros científicos de su tiempo, Einstein vio con claridad que la ciencia, sin control, podía destruir lo que ayudó a construir. Para él, el verdadero peligro no era el conocimiento, sino cómo decidíamos usarlo.

¿Qué nos acerca hoy al “fin del mundo”?

A diferencia de la Guerra Fría, hoy el riesgo no proviene solo de bombas. A la amenaza nuclear se suman la crisis climática, la desinformación masiva en redes sociales y la inteligencia artificial sin regulación. Son desafíos globales que, según el Boletín de Científicos Atómicos, nos empujan peligrosamente hacia la autodestrucción.

Einstein, aunque no vivió estos avances, previó los dilemas éticos que vendrían. Sabía que el conocimiento, sin un propósito humano y colectivo, podía volverse contra nosotros.

¿Estamos a tiempo?

El Reloj del Juicio Final es una advertencia, pero no una condena. Cada segundo ganado o perdido depende de las decisiones que tomen gobiernos, científicos y ciudadanos. Para Einstein, la única forma de evitar el desastre era a través de la cooperación internacional, el desarme y la ética al servicio de la ciencia.

En tiempos donde los riesgos parecen multiplicarse, su mensaje sigue vigente: “El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por aquellos que los miran sin hacer nada”.

*Esta noticia fue redactada utilizando los adelantos técnicos propios de este sitio web. Se acepta cualquier reproducción en otro medio, ojalá citando la fuente: www.eldiariodesantiago.cl