Mientras la Curia Romana se adapta a una nueva dinámica de trabajo, marcada por la ausencia activa del pontífice, en la Casa Santa Marta impera un riguroso silencio. La consigna es clara: evitar cualquier interferencia que comprometa la recuperación de Francisco. A sus 88 años, el Papa enfrenta un periodo crítico de aislamiento de dos meses, una medida considerada indispensable por los médicos para prevenir fatiga y minimizar riesgos de infecciones.
El miércoles, las puertas del segundo piso de Santa Marta se cerraron por completo. Ese espacio, transformado en el centro neurálgico de la Iglesia en este periodo de emergencia, es ahora un enclave de máxima restricción. Solo un reducido círculo de colaboradores tiene acceso al Papa, administrando con cautela el flujo de información y decisiones que llegan a él.
Una recuperación bajo estricta disciplina
El plan médico para la recuperación de Francisco es minucioso. Además del aislamiento, se ha implementado un programa de ejercicios específicos para fortalecer los músculos que intervienen en el habla, un aspecto clave en su recuperación. Su tratamiento también incluye la reducción progresiva del oxígeno asistido, lo que representa un proceso delicado pero necesario para recuperar su autonomía respiratoria.
El cardenal Gianfranco Ravasi, en una reciente entrevista, reconoció las dificultades que enfrenta el Papa, pero se mostró optimista. “Estoy seguro de que transmitirá mensajes incluso con su silencio”, afirmó, sugiriendo que la figura del pontífice sigue siendo una referencia, aun cuando su voz se vea limitada por su estado de salud.
Sin embargo, más allá del desafío físico, Francisco también debe lidiar con un obstáculo de otra naturaleza: la llamada «ansia de prestaciones». Este término, utilizado por Ravasi, hace referencia a la presión interna y externa que siente el Papa por cumplir con su rol, incluso en momentos de debilidad. La gestión del Vaticano, con sus constantes demandas y urgencias, no se detiene, y el equilibrio entre su recuperación y su papel de liderazgo es un reto para quienes lo rodean.
Citas ineludibles y un “Plan B” en el Vaticano
El calendario eclesiástico avanza y, con él, se acercan eventos de gran trascendencia. La Semana Santa y, en especial, la Pascua, representan momentos clave en la liturgia católica, donde la presencia del Papa es simbólicamente crucial.
Ante esta situación, el Vaticano ha diseñado un “Plan B” que contempla la delegación de las principales ceremonias en cardenales de confianza. Sin embargo, a pesar de las estrictas medidas de aislamiento, la Santa Sede ha confirmado que Francisco impartirá la tradicional bendición Urbi et Orbi el domingo de Pascua, 20 de abril.
Lo que aún no se ha definido es si el pontífice participará en otras celebraciones litúrgicas. El portavoz del Vaticano indicó que su presencia se evaluará “en las próximas semanas”, dependiendo de la evolución de su salud.
Otro evento de gran relevancia en la agenda papal es la canonización del beato italiano Carlo Acutis, programada para el 27 de abril. Hasta el momento, no se ha emitido ninguna confirmación sobre la posible participación de Francisco en la ceremonia.
Una prueba para la Iglesia y el liderazgo de Francisco
Más allá de la salud del Papa, esta situación pone a prueba el modelo de liderazgo dentro del Vaticano. Con una estructura que tradicionalmente depende en gran medida de la figura del pontífice, la Iglesia se enfrenta a un periodo de adaptación en el que las decisiones deben tomarse de manera colegiada.
Este episodio también reaviva el debate sobre la resistencia del Vaticano a considerar opciones más flexibles de liderazgo en casos como este, donde la salud del Papa impide su plena actividad. La figura del «Papa Emérito», instaurada con la renuncia de Benedicto XVI, sigue siendo un tema sensible, y Francisco, en varias ocasiones, ha dejado en claro su postura sobre seguir en su cargo hasta el final.
Por ahora, lo único seguro es que el Papa enfrenta un periodo crítico. Su recuperación no solo determinará su futuro personal, sino que también marcará el rumbo de la Iglesia en un contexto de desafíos crecientes.
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