La líder opositora María Corina Machado catalogó como una «victoria enorme» el éxito de la Operación Guacamaya, una acción clandestina que permitió rescatar a cinco de sus colaboradores asilados por más de un año en la Embajada de Argentina en Caracas. En entrevista con Gladys Rodríguez (TVV NETWORK), Machado desglosó cómo este operativo, ejecutado con «precisión milimétrica», no solo burló al aparato represivo de Nicolás Maduro, sino que evidenció fracturas críticas en su régimen.
1. La operación: precisión vs. vigilancia fallida
Según Machado, la operación —cuyos detalles técnicos se mantienen en reserva— fue diseñada para «eludir la segunda instalación más vigilada del país», superada solo por Miraflores. «Fue ejecutada a la perfección, lo que muestra la debilidad de un régimen que ya no controla ni sus propios mecanismos de seguridad», subrayó. Los rescatados —Pedro Urruchurtu, Magallí Meda, Claudia Macero, Humberto Villalobos y Omar González— habían sido calificados por la opositora como «rehenes» en un «centro de tortura», refiriéndose a su encierro en la sede diplomática.
2. Coordinación internacional: un eje clave
Machado destacó el rol protagónico de gobiernos extranjeros, agradeciendo explícitamente a Estados Unidos (citando al secretario Marco Rubio), Argentina (bajo Javier Milei) y Brasil (a través de Itamaraty). Esta triangulación, según ella, no solo facilitó la logística, sino que consolidó un frente contra el chavismo: «Es parte de un plan integral para debilitar los últimos soportes del régimen: su corrupción y represión».
3. La narrativa en disputa: ¿negociación o acción clandestina?
La líder desmintió categóricamente las declaraciones de Diosdado Cabello, número dos del chavismo, quien insinuó un acuerdo previo con el gobierno. «¿A quién creerle: a Cabello o a actores internacionales como Rubio o Milei?», cuestionó, reforzando que la operación se ejecutó sin concesiones al régimen. Este punto no solo desacredita la versión oficialista, sino que resalta la creciente dependencia de Maduro de controvertir hechos con relatos no verificables.
4. El régimen en la cuerda floja: represión como último recurso
Machado argumentó que la Operación Guacamaya dejó al descubierto que la «única estructura» que sostiene al chavismo es su aparato represivo, el cual, no obstante, se está «resquebrajando». Citó como prueba las detenciones arbitrarias posteriores al rescate —incluido el allanamiento a la vivienda de Meda—, acciones que calificó de «desesperación» por recuperar control narrativo.
5. Riesgos y proyecciones: ¿hacia un punto de inflexión?
Aunque celebró el triunfo, Machado alertó sobre posibles represalias: «Son horas peligrosas; buscan chivos expiatorios». Sin embargo, vinculó el éxito de la operación con un avance irreversible: «Lo electoral ya lo ganamos el 28 de julio [en primarias], ahora debemos derribar la represión». Para ella, cada acción como esta moviliza simbólicamente a la ciudadanía, que «siente cada victoria como propia».
Conclusión analítica: un golpe multidimensional
Más allá del rescate, la Operación Guacamaya opera como un caso de estudio de la erosión chavista:
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Geopolítico: Refleja una coordinación internacional sin precedentes contra Maduro.
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Simbólico: Transforma a los rescatados en íconos de resistencia, mientras desnuda la narrativa oficial.
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Estratégico: Sugiere que la oposición podría estar ganando terreno en inteligencia y clandestinidad, algo históricamente dominado por el régimen.
Machado, al enmarcar este hecho como parte de una «lucha global», parece capitalizar no solo un triunfo táctico, sino un momentum para reactivar la esperanza opositora en un contexto donde, según sus palabras, «Venezuela ya no está secuestrada, sino en pie de lucha».
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