Al finalizar el mes, las lluvias han sido prácticamente inexistentes en la zona central de Chile durante julio, generando preocupación entre expertos y autoridades por el impacto acumulativo en el balance hídrico del país. Según datos de la Dirección Meteorológica de Chile, en la estación de Quinta Normal se registró solo 0,1 milímetros de agua caída en todo el mes, lo que agrava el déficit pese a las abundantes precipitaciones de junio.
Un invierno marcado por la irregularidad
“Julio fue superseco en toda la zona central, en particular en Santiago”, advierte René Garreaud, climatólogo y subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).
Garreaud explicó que si bien la variabilidad estacional es propia del clima mediterráneo chileno, este invierno ha sido una verdadera “montaña rusa de precipitaciones”, con un junio muy lluvioso seguido de un julio extremadamente seco.
El déficit acumulado es significativo. En Santiago, el total anual de agua caída alcanza solo 140 mm, cuando el promedio histórico es cercano a 200 mm, lo que representa un déficit del 30%. Otras ciudades también muestran cifras alarmantes:
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Chillán: acumulado de 330 mm frente a un promedio esperado de 630 mm (déficit de casi 50%)
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Curicó: déficit cercano al 33%
La nieve también retrocede
El impacto de la sequía no se limita a las lluvias. La nieve en la cordillera, esencial para la recarga de acuíferos y el flujo de ríos en primavera y verano, también muestra un retroceso preocupante.
“Durante julio hemos tenido episodios de calor invernal. Eso también afecta en términos hidrológicos”, señala Garreaud.
La pérdida de nieve se debe no solo al deshielo, sino también a la sublimación, un proceso en el que el agua pasa directamente de sólido a gas. En un mes seco, hasta un 40% del manto nival puede perderse por sublimación, alertan los expertos.
En la estación de monitoreo nival de La Parva, por ejemplo, se ha observado una disminución de 15 cm de nieve solo en julio, lo que equivale a casi la mitad de todo lo que ha precipitado durante el invierno.
“El mes no ha estado particularmente caluroso, pero esta es la prueba de que eventos puntuales, cortos pero intensos, son letales para la nieve”, explica Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago.
Aunque parte de esa nieve puede infiltrarse y alimentar aguas subterráneas, la proporción que se evapora representa una pérdida directa para las reservas hídricas de la temporada.
El rol del anticiclón y el cambio climático
Uno de los principales responsables de este julio seco ha sido el anticiclón subtropical del Pacífico Sur, un sistema de alta presión que ha permanecido más estable e intenso que lo habitual, bloqueando el paso de los sistemas frontales hacia el centro del país.
“Es la llave que hace que los sistemas frontales lleguen o no. Cuando está muy intenso, se cierra y las lluvias se desvían más al sur”, explicó Garreaud.
Así, mientras regiones como Los Lagos han tenido tormentas intensas y ríos atmosféricos, la zona central ha permanecido prácticamente seca. A esto se suman otros factores climáticos globales, como la oscilación antártica y el cambio climático, que ha reforzado la persistencia del anticiclón a largo plazo, según los especialistas del CR2.
Un respiro en el horizonte
A corto plazo, sin embargo, hay señales positivas. Un nuevo sistema frontal podría ingresar en las próximas horas, alcanzando incluso la región de Coquimbo y dejando lluvias importantes en Santiago.
“Estamos hablando del orden de 30 a 40 milímetros. Eso nos aliviaría bastante el déficit actual. Seguiríamos en déficit, pero se atenuaría”, estimó Garreaud.
Agosto, una nueva oportunidad
Aunque las temperaturas comienzan a subir y las isotermas también, agosto aún se considera plenamente invernal, por lo que existe la posibilidad de revertir parte del déficit si se registran nuevas lluvias.
“No hay tanta diferencia. Incluso tormentas en septiembre pueden ser igual de frías que las de ahora. Toda precipitación será bienvenida”, sostuvo el climatólogo.
No obstante, los expertos advierten que no se puede depender de un solo evento de lluvia para revertir la situación actual.
“Lo que importa es el total acumulado durante el invierno. Lo que pasó en julio no se puede mirar de forma aislada. Para un embalse o un sector agrícola, lo relevante es lo que llueve en conjunto”, concluyó Garreaud.
Un año “de normal a seco”
Pese a las esperanzas puestas en las lluvias de agosto, los pronósticos para lo que resta del invierno indican que este año será “de normal a seco” para la zona central, lo que implica menores reservas de agua para la primavera y el verano. Una situación que no solo afecta la gestión hídrica, sino también al sector agrícola, la energía y el consumo humano en el largo plazo.
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