Tres décadas separan dos hechos que marcan con sangre la historia de una misma familia: el asesinato de la periodista Diana Turbay (1991), hija del expresidente Julio César Turbay, y el atentado mortal contra su hijo, Miguel Uribe Turbay (2024), excandidato presidencial. Ambos crímenes, vinculados a ciclos de violencia política y narcotráfico, dejaron huérfanos a niños de cinco años y expusieron las heridas abiertas de un país que no logra romper con su pasado.
En plenos años 80 e inicio de los 90 Diana Turbay Quintero era una periodista reconocida en Colombia, mientras el narcotráfico estaba en auge y las guerrillas en expansión.
Trabajaba como directora de una revista independiente y de un noticiero de televisión cuando le tocó registrar, en un lapso de ocho meses, el asesinato de tres candidatos presidenciales: Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.
Su hijo Miguel es el cuarto aspirante a la presidencia asesinado en la historia reciente del país.
En ese contexto de violencia desmedida, Diana Turbay recibió una propuesta para entrevistar a alias El Cura Perez, quien era líder del Ejército de Liberación Nacional, ELN, pues se hablaba de ciertos acercamientos e intentos de diálogo entre esa guerrilla y el gobierno de entonces.
“Yo creo que mi mamá siempre soñó con la paz de Colombia (…) y como desde el periodismo podía aportar un granito de arena…”, contó María Carolina en el documental sobre la vida de Diana.
Diana aceptó la entrevista, viajó con un grupo de colegas a la selva para el supuesto encuentro, pero resultó ser una trampa que le tendió el llamado grupo de extraditables, conformado por varios narcotraficantes entre los que se encontraba Pablo Escobar.
Los capos secuestraron a varias personalidades para presionar al gobierno y que no aceptara extraditarlos, pues decían preferir una tumba en Colombia a una celda en una cárcel de Estados Unidos.
Diana Turbay fue la primera víctima de esa macabra estrategia. Estuvo secuestrada durante cinco meses en una finca en Antioquia, hasta que en un intento de rescate por parte de las autoridades resultó gravemente herida.
Según informó la prensa local, Diana y su compañero camarógrafo intentaron huir al escuchar el sobrevuelo de un helicóptero, pero sus captores tenían la orden de no dejar que fuera rescatada con vida. El 25 de enero de 1991 y pese a haber llegado con vida al hospital más cercano, Diana falleció, luego de recibir varios impactos de bala.
18 años después, en 2009, el crimen fue declarado delito de lesa humanidad.
Por su parte, tras dos meses en el hospital, el senador y precandidato Miguel Uribe Turbay murió este lunes tras ser baleado en un acto público en Bogotá el pasado 7 de junio.
Uribe Turbay recibió varios disparos, dos de ellos en la cabeza, que lo mantuvieron la mayor parte del tiempo en estado crítico.
La Fiscalía General de la Nación fue una de las primeras instituciones en reaccionar a la noticia y elevó la categoría del crimen a magnicidio, lo cual implicaría penas más altas para cualquier condenado.
En la tarde del sábado 7 de junio, pocos minutos después del atentado contra Uribe, fue arrestado un menor de edad, considerado autor material del delito.
Fue ese el punto de partida de una investigación para las autoridades en la que no se descarta ninguna hipótesis y en la que ya fueron detenidas otras cinco personas.
Las próximas horas serán de luto y recuerdos para Uribe Turbay, pero en los siguientes días las miradas se fijarán atentamente en el progreso de las pesquisas, cuyo resultado puede marcar un ya agitado panorama político y social en Colombia.
El paralelo trágico
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Diana Turbay, entonces directora de un noticiero, fue secuestrada y asesinada en 1991 por orden de los «extraditables» del cartel de Medellín, que usaron su cautiverio para presionar al gobierno. Murió a los 40 años, dejando a Miguel, su hijo menor, con apenas cuatro años.
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Miguel Uribe Turbay, abogado y senador, fue baleado el 7 de junio en un acto de campaña. Tras dos meses en cuidados intensivos, falleció este 11 de agosto a los 39 años, dejando a su hijo Alejandro, también próximo a cumplir cinco años.
El dato clave: Miguel es el cuarto aspirante presidencial asesinado en Colombia desde los años 90, tras Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro —todos cubiertos por Diana en su época como periodista—.
Las sombras del pasado
El crimen de Diana fue declarado delito de lesa humanidad en 2009. Su secuestro reveló la alianza entre narcos y guerrillas (el ELN facilitó la trampa), mientras que el ataque a Miguel —con un adolescente de 15 años como presunto autor material— refleja la persistencia de violencia instrumentalizada.
María Claudia Tarazona, viuda de Miguel, lo señaló: «¿Qué país normaliza que niños de 14 años sean instrumentos para la guerra?».
El legado del perdón
Pese al dolor, la familia Turbay optó por la reconciliación:
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María Carolina Hoyos, hija mayor de Diana, perdonó en 2015 a alias Popeye, sicario de Pablo Escobar, quien confesó: «Diana fue usada para tumbar la extradición».
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Miguel, en 2021, afirmó: «Perdoné a todos. Nada me devolvería a mi mamá, pero eso me permitió vivir sin carga».
La frase que lo define: «Mi hermana me enseñó que no hay que preguntar ‘¿por qué?’, sino ‘¿para qué?’».
Lo que queda
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Nydia Quintero, madre de Diana y abuela de Miguel, murió en junio sin saber el desenlace de su nieto.
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Alejandro, el hijo de Miguel, repite la historia de orfandad que vivió su padre. Su madre, María Claudia, prometió: «Yo cuidaré a nuestros hijos».
En perspectiva: La tragedia de los Turbay es un espejo de Colombia. Mientras el país avanza en procesos de paz, las balas siguen escribiendo duelos familiares y preguntas sin respuesta