En un escenario electoral marcado por la incertidumbre y la sobreexposición mediática, los candidatos presidenciales de Chile han encontrado un espacio para mostrar su faceta más íntima. En medio de debates, giras territoriales y estrategias de última hora, emergen relatos que buscan humanizar a las figuras políticas, proyectando una imagen más cercana a la ciudadanía. “Fobias” al cochayuyo, respeto casi filosófico por los insectos o una afición a coleccionar objetos hasta rozar el “mal de Diógenes”: las curiosidades de los postulantes a La Moneda permiten, en parte, observar cómo se construyen las identidades públicas en tiempos de alta tensión electoral.
A pocos días de la primera vuelta —el 16 de noviembre—, estos datos personales no son meras anécdotas. Funcionan como herramientas narrativas que matizan los discursos ideológicos y revelan las contradicciones entre lo íntimo y lo político.
Franco Parisi: la racionalidad económica y la ética de los insectos
El candidato del Partido de la Gente, Franco Parisi, combina el perfil técnico del ingeniero comercial con una visión casi espiritual sobre la vida cotidiana. En una entrevista confesó mantener “una relación respetuosa con los insectos”, a los que evita matar por considerarlo “injusto y abusador”. Ese gesto menor revela una sensibilidad poco habitual en la lógica competitiva que domina la política.
Radicado en Alabama desde 2020, Parisi regresa en 2025 a su “tercera aventura presidencial”, tras un desempeño electoral de 12,8% en 2021. Ex cadete de la Escuela Militar, doctor en finanzas y sin mascotas propias —aunque convive con los perros de su hermana—, el economista mezcla rigor técnico con excentricidad personal. En 2022 reconoció una deuda por pensión de alimentos de $166 millones, asunto que afirma haber resuelto mediante acuerdo. Su discurso político se mueve entre extremos: “Cerrar las fronteras con minas antitanques” y “creer en la educación pública”, una síntesis que ilustra las ambigüedades ideológicas que caracterizan su figura.
Jeannette Jara: disciplina política y raíces populares
La candidata del Partido Comunista y ex ministra del Trabajo, Jeannette Jara, encarna una narrativa distinta: la de la funcionaria pública de trayectoria disciplinada y arraigo en la clase trabajadora. Ganadora de la primaria del oficialismo con el 60,16% de los votos, Jara combina gusto por la cultura popular —su plato favorito son los porotos con riendas— con una mirada política marcada por la ironía y la crítica. Consultada sobre sus miedos, respondió: “No sé si fobia, pero miedo al recorte de USD 6.000 millones y al fascismo”.
Sus lecturas —como Aviso de demolición de Gabriela Alburquenque— y su película favorita, El secreto de sus ojos, refuerzan su conexión con narrativas de memoria y justicia, coherentes con el ideario del PC. Jara no busca parecer “entrañable”: busca proyectar control y empatía, equilibrio difícil en una contienda polarizada.
Marco Enríquez-Ominami: estética, política y vulnerabilidad
En su quinta candidatura presidencial, Marco Enríquez-Ominami (independiente) reafirma su perfil de intelectual estético y cosmopolita. Cita La Grande Bellezza de Paolo Sorrentino como su película favorita y reconoce tener “fobia al cochayuyo”, una confesión que rompe la solemnidad habitual del discurso político. Su relación con la cultura es transversal: lee El invierno a través del espejo de Han Kang y alterna entre francés e inglés con naturalidad.
Su estilo —a veces performático, otras introspectivo— lo posiciona como una figura que conjuga sensibilidad artística con ambición política. En un país donde la emocionalidad suele penalizarse en el liderazgo, MEO transforma sus rarezas en capital simbólico.
Johannes Kaiser: del rigor militar al discurso polémico
El diputado y candidato del Partido Nacional Libertario, Johannes Kaiser, representa el fenómeno más disruptivo de esta campaña. Hijo de padres germano-chilenos y formado en la Escuela Militar, su biografía mezcla disciplina castrense y discurso antiestablishment. Su trayectoria académica y laboral —que va desde camarero hasta periodista deportivo en Austria— construye el relato del “outsider” ilustrado que desafía la corrección política.
Sin embargo, su ascenso está marcado por controversias. Videos antiguos donde relativiza el derecho a voto femenino o ironiza sobre la inmigración revelan tensiones entre su pasado y su presente político. Kaiser se defiende apelando al contexto y a la ironía, y resume su filosofía en una frase que sintetiza su pragmatismo: “Prefiero arreglar las cosas hacia el futuro”.
José Antonio Kast: la persistencia conservadora
El líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, enfrenta su tercera postulación con una narrativa basada en la coherencia y el orden. Admirador de Corazón Valiente y lector de Yo, Montt, se define por una disciplina metódica: duerme para aliviar el estrés y encuentra en el humor su rasgo más inesperado. Su gusto por los porotos con riendas y la cazuela de vacuno conecta con un ideal de “chilenidad tradicional”, clave en su apelación al votante conservador.
Kast ha construido su figura en torno a la consistencia. Incluso en lo anecdótico, sus respuestas proyectan un mensaje: no hay improvisación, ni siquiera en lo cotidiano.
Eduardo Artés: el último intento del revolucionario persistente
El profesor Eduardo Artés encarna la constancia de la izquierda más radical. Hijo político del desaparecido PCR, mezcla la sencillez del trabajador manual con la fidelidad a una ideología que el tiempo ha marginado. Sin auto ni lujos —“nunca me alcanzaron las lucas”—, Artés vive de su jubilación docente y ha anunciado que esta será su última contienda presidencial.
Su vida resume la utopía persistente del militante: en 2013 viajó invitado por el Partido del Trabajo de Corea del Norte, y hoy defiende la coherencia como bandera en una política cada vez más líquida.
Evelyn Matthei: la disciplina como identidad
La candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei, se presenta como la dirigente racional y emocionalmente contenida de la derecha liberal. Pianista desde niña, encuentra en la música su refugio: “Cuando toco, me concentro y ordeno mis pensamientos antes de tomar decisiones difíciles”. Su relato está atravesado por la idea del esfuerzo: el trabajo en equipo, la disciplina y la serenidad como virtudes políticas.
Su amor por los mariscos y su fascinación por el desierto florido o las Torres del Paine refuerzan su vínculo con la identidad nacional. Matthei equilibra el rigor de la economista con la empatía de quien entiende que el liderazgo también requiere sensibilidad.
Harold Mayne-Nicholls: el humanista del norte
Finalmente, el periodista y exdirigente deportivo Harold Mayne-Nicholls aporta una nota de espontaneidad a la carrera. Sin pretensiones de tecnicismo ni retórica ideológica, el antofagastino se define por su humor y autenticidad. “Toco el timbre y suena desafinado”, dice al reconocer su falta de talento musical. Su gusto por las lentejas con huevo y su hábito de jugar fútbol “como terapia” contrastan con el rigor de otros aspirantes.
Su confesión más llamativa —“soy coleccionista de esto, aquello y de un cuánto hay, casi rayando en el mal de Diógenes”— sintetiza su perfil de hombre común, lejos del molde tradicional del político profesional.
Entre la intimidad y la estrategia
Las curiosidades que los candidatos comparten no son datos menores. Funcionan como piezas de comunicación política destinadas a construir cercanía y diferenciarse en un ecosistema mediático saturado. Pero, al mismo tiempo, dejan entrever los valores y contradicciones que cada uno encarna: desde la austeridad de Artés hasta la espiritualidad pragmática de Parisi, pasando por la introspección estética de Enríquez-Ominami o la disciplina emocional de Matthei.
En la antesala del voto del 16 de noviembre, la política chilena no solo se debate en ideas o programas, sino también en relatos personales. La intimidad, convertida en estrategia, es hoy un terreno más de la disputa por el poder.
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