El jueves por la noche, la candidatura de Jeannette Jara enfrentó su primera crisis orgánica de la segunda vuelta, cuando su comando anunció la renuncia del coordinador estratégico, Darío Quiroga. Esta decisión no fue súbita, sino la culminación de una jornada de intensa presión política interna, detonada por la resurgencia de un video donde Quiroga descalificaba con términos como «chantas» y «flaites» a miembros del PDG y a la familia Parisi. La propia candidata, en un intento por contener el daño, había admitido horas antes que evaluaba la permanencia de su colaborador, calificando sus dichos como «clasistas» y distanciándose de ese lenguaje. El episodio evidenció la fragilidad de una campaña que busca ampliar su base electoral, pero que cargaba con un lastre comunicacional y ético en su núcleo duro.
La crisis, sin embargo, se profundizó con la revelación de un antecedente judicial que Quiroga mantenía en la opacidad. El medio Ex-Ante develó que en 2011 fue imputado por amenazas y daños contra un dirigente sindical de Codelco en Calama, condenándosele al pago de una indemnización y a una orden de alejamiento. Ante este nuevo hallazgo, la respuesta de Jara —»No, no sabía hasta hoy día»— resultó tan reveladora como el hecho mismo, exponiendo una grave falla en los filtros de su equipo y colocando a la candidata en una posición de vulnerabilidad, al aparecer desconectada de la trayectoria conflictiva de uno de sus colaboradores más influyentes.
Análisis: Una Renuncia Inevitable y sus Implicancias Estratégicas
La salida de Quiroga trasciende lo anecdótico y se enmarca en una pugna estratégica al interior del oficialismo. Figura incómoda y polemista, su rol se había vuelto insostenible no solo por los escándalos, sino porque su perfil y su estrategia de polarización directa contra Kast chocaban con la línea más moderada y propositiva que sectores como el Socialismo Democrático exigen para captar al electorado apático y a los 2,5 millones de votantes de Parisi. Como señaló con crudeza la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, «Cuando un asesor estratégico comienza a ser más noticia que la propia candidata presidencial estamos frente a un problema». Su proyección electoral fallida en primera vuelta —un 26,8% frente a un piso mínimo esperado de 28%— ya había encendido las alarmas sobre la eficacia de su conducción.
El perfil de Quiroga ayuda a comprender la magnitud de su influencia y la naturaleza del riesgo que asumió Jara. Sociólogo y cientista político de formación, ex militante comunista y ex concejal de Calama, forjó una cercanía clave con el diputado y factótum de la campaña, Marcos Barraza. Se le atribuye la arquitectura inicial de la candidatura, basada en resaltar las «cualidades blandas» de Jara por sobre el programa político. Sin embargo, su historial de controversias, su estilo confrontacional y su bagaje como consultor para conflictos mineros y pueblos originarios, terminaron por configurar una figura cuya sombra opacaba el mensaje de la candidata. Su renuncia no es solo una reestructuración de equipo, sino un intento desesperado de la coalición por recuperar el control narrativo de una campaña que se perfila cuesta arriba.



