La derrota electoral del exalcalde Jorge Sharp en los comicios del domingo no representa un simple revés personal, sino el aparente agotamiento de un proyecto político que hace casi una década irrumpió prometiendo una «Alcaldía Ciudadana» para Valparaíso. Con una votación de apenas 28.402 sufragios (5,1%), insuficiente para conseguir una de las ocho bancas en disputa por el distrito 7, Sharp experimentó su peor resultado electoral, una caída estrepitosa si se compara con los 64.832 votos que obtuvo en su reelección municipal de 2021. Este declive obliga a un análisis que trasciende lo coyuntural y se adentra en la erosión de un liderazgo que en su momento se perfiló como una fuerza disruptiva dentro de la centroizquierda.
El propio Sharp, en un diagnóstico de alcance nacional, atribuyó el resultado a que «las distintas versiones de la derecha conquistaron el alma y los afectos de los chilenos». Sin embargo, esta explicación macroelítica omite factores estructurales de su propia gestión y estrategia política. Su decisión de competir como independiente en la lista de Verdes, Regionalistas y Humanistas —luego de su ruptura con el Frente Amplio a fines de 2019—, en vez de hacerlo bajo el paraguas de una coalición con mayor arraigo, lo dejó sin la musculatura electoral necesaria. Paralelamente, se evidencia un castigo ciudadano a una gestión municipal marcada por críticas persistentes en seguridad pública, limpieza y una compleja relación con la inversión privada.
Análisis: De la Promesa Autonómica a la Gestión Controversial
El resultado consolida lo que analistas como Juan Pablo Rodríguez, director de la fundación Piensa, describen para El Mercurio como una «contrarrevolución»: si las elecciones de 2021 estuvieron marcadas por la estela del estallido social, las de 2025 reflejarían una «demanda de restauración del orden». En este nuevo ciclo, el perfil confrontacional y autonomista de Sharp perdió resonancia, incluso en su propia comuna. Su caída adquiere un simbolismo mayor al contrastarse con la elección del excarabinero Sebastián Zamora, quien, con un porcentaje similar (4,6%), supo capitalizar el nuevo clima de época desde la lista de Republicanos.
La gestión de Sharp en Valparaíso estuvo lejos de ser la «nueva etapa» que prometió en 2016. Un hito temprano de su administración, la figura del «alcalde nocturno», terminó en un escándalo por irregularidades y la renuncia de su titular. Una auditoría de la Contraloría General de la República a la Corporación Municipal (Cormuval) cuestionó prácticas como la utilización de estudiantes menores de edad como garzones, lo que derivó en una suspensión de un mes del cargo por parte del Tricel. Sumado a esto, medios como El Mercurio de Valparaíso reportaron la pérdida de $700 millones en fondos de reconstrucción por errores en los proyectos presentados. Su estilo de gobierno, que él mismo defendió como una alcaldía que «saca la voz» frente a los empresarios, se tradujo en pugnas públicas con figuras como Richard von Appen y Nicolás Ibáñez, y en el rechazo a inversiones clave como la ampliación del puerto. En una tardía autocrítica en 2024, Sharp admitió a El Mercurio de Valparaíso que su gestión «no fue una gestión de excelencia y no logró conectar con un sector importante de la ciudadanía». Su derrota no es solo electoral; es la invalidación de un modelo de política que prometió cambiar Valparaíso y terminó siendo superado por él.
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