La figura de Jaime Campusano, conocido popularmente como el profesor Campusano, vuelve a instalarse en el debate público a raíz de su abierta inclinación política y su estilo frontal en redes sociales. El académico de la lengua y periodista no ha ocultado su respaldo a la candidatura presidencial de José Antonio Kast, apoyo que ha expresado con insistencia a través de publicaciones que combinan análisis, opiniones tajantes y una retórica confrontacional dirigida especialmente a la abanderada rival, Jeannette Jara.
El respaldo de Campusano no es nuevo. Ya en mayo, el comunicador desestimaba categóricamente la proyección electoral de Jara, afirmando que la exministra “no tiene prestigio político en Chile” y aventurando que en una contienda directa Kast obtendría “75% contra 25%” frente a la candidata comunista. En su crítica incluyó una referencia a las declaraciones de Jara sobre Cuba, calificándolas como una defensa de un modelo político al que —según él— “no hay que temer”.
En agosto, Campusano fue más allá, proyectando incluso el futuro laboral de la candidata tras una eventual derrota: “A Jara no le quedará otra que postular a una vacante de profe en Limache después de su fracaso (las mentiras se pagan)”, escribió, reforzando un tono más propio de sentencia que de análisis político.
Tras la primera vuelta presidencial, su interpretación de los resultados fue tajante: para él, la votación de Jara representaba “el total de la izquierda”, sugiriendo que cualquier proyección distinta revelaría “no saber sumar”. Su veredicto final, sin matices: “KAST PRESIDENTE”.
Sin embargo, una situación cotidiana hizo escalar aún más la tensión. Según relató en la red social X, Campusano se vio involucrado en un tenso intercambio con un conductor de Cabify que expresó su apoyo a Jeannette Jara mientras lo trasladaba. El profesor relató que “la mitad del camino” escuchó al chofer argumentar a favor de la candidata, y que en la otra mitad “lo agarré a xuxadas”, reacción que él mismo expuso públicamente como síntoma de su mal día.
La publicación desató una ola de respuestas, mayoritariamente críticas, que reprobaron tanto el tono como la conducta relatada. El episodio, más allá de su dimensión anecdótica, vuelve a evidenciar el punto donde se cruzan la militancia política, la exposición pública y la creciente polarización expresada en redes y en la vida cotidiana.
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