Las tensiones sobre Venezuela en el debate chileno: Análisis discursivo de una confrontación política

El intercambio entre los candidatos presidenciales José Antonio Kast (Republicanos) y Jeannette Jara (PC) durante el debate de Anatel, en torno a la situación de Venezuela, trascendió la mera réplica política para convertirse en un espacio donde se confrontaron visiones geopolíticas, narrativas históricas y acusaciones de vinculación internacional. El eje central fue la declaración previa de Kast en el debate Archi, donde fijó un plazo de “98 días” al presidente venezolano Nicolás Maduro para abandonar el poder, una afirmación que luego precisó y defendió con un marco de presión diplomática.

Desde una posición crítica, Jara coincidió en la calificación del régimen venezolano, afirmando que «es evidente que Nicolás Maduro debe dejar el poder», señalando el último proceso electoral como «un fraude» y al país como una «dictadura», cuyas consecuencias, como la migración, impactan directamente a Chile. Sin embargo, su cuestionamiento a Kast apuntó al carácter y las implicaciones de su declaración: «No sé muy bien a qué se refería, si nos quiere meter en un nuevo conflicto internacional», interpretando la fijación de un plazo no como una estrategia diplomática, sino como un potencial riesgo de escalada.

La réplica de Kast operó en dos niveles. Primero, profundizó su condena moral e histórica al vincular a sus opositores con regímenes autoritarios, al evocar: «No como el dictador (Erich) Honecker, que lo recibieron en Chile, le hicieron fiesta, lo llevaron a las ceremonias del Partido Comunista». Este recurso buscó establecer una línea de continuidad histórica entre el apoyo pasado a figuras del bloque comunista y la postura actual del PC chileno. Segundo, desarrolló una justificación estratégica de sus dichos, explicando que el conteo de días (recalculado en “92”) es un mecanismo para «orientar la presión política internacional» a través de foros como la OEA, la ONU y la OCDE, con el fin de forzar una salida del poder de Maduro.

La confrontación adquirió un tono personal y de credibilidad cuando Jara sugirió que Kast simplemente «se te salió una cuña que no correspondía» y le instó a admitir el error. La respuesta de Kast escaló las acusaciones al terreno de la financiación política extranjera, afirmando: «Ustedes recibieron plata de (Hugo) Chávez en la Universidad de Arcis», y acusando directamente al asesor y senador comunista Daniel Núñez. Jara, a su vez, desmarcó su responsabilidad individual de estos señalamientos y reiteró la preocupación central: que una postura beligerante de Chile podría «producir otra ola migratoria».

Este episodio discursivo revela la complejidad con que el escenario venezolano permea la política chilena. Más allá del consenso básico en la crítica a Maduro, se observa una fractura profunda en la interpretación de las causas, la memoria histórica que se invoca y, sobre todo, en la estrategia exterior que Chile debería adoptar: una de presión activa y calendarios definidos versus una de cautela frente a las consecuencias humanitarias y de seguridad regional. El debate, así, operó como un microcosmos de las tensiones ideológicas y geopolíticas que dividen a la región

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