El Chile actual es un país, a la luz de las cifras, que valora más el esfuerzo individual, aunque ello genere ingresos más desiguales; uno que privilegia la responsabilidad de las personas para asegurar su sustento por sobre la dependencia del Estado; un país que prioriza la seguridad y el orden por sobre las libertades públicas y privadas, y uno que en lugar de restringir el comercio internacional prefiere ampliarlo. Eso de que “Chile cambió” parece relativo. Como apunta Cavallo, en los últimos tres años se han revelado dos cosas, “la primera es que el empate político no es parlamentario, es societario” y, la segunda, que “los contradictorios resultados de las 11 elecciones realizadas desde el 2020 revelan que no existe en Chile una hegemonía nítida”. Todo, como siempre, “es más complicado”.

 Boletín semanal de Opinión de La Tercera por Juan Paulo Iglesias

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