El Presidente Boric ha demostrado su impericia, ignorancia y falta de experiencia política al convertir la defensa de los derechos humanos en una prioridad de la política internacional de su gobierno. Si bien es importante que los gobiernos actúen decisivamente en defensa de los derechos humanos, hay que entender el tamaño e influencia que tiene nuestro país en la arena internacional y no poner en riesgo nuestros intereses comerciales al adoptar posturas moralmente correctas, pero políticamente inviables en materia de defensa de derechos humanos.

El gobierno debiese enmendar rápidamente camino para evitar que la condena de Boric al gobierno de China por las violaciones a los derechos humanos se convierta en una traba que amenace las abundantes relaciones comerciales que existen entre China y Chile.

Ahora que se prepara para viajar a China, el Presidente Boric debiera dejar en claro que su primera prioridad es abrir mercados para los productos chilenos y mejorar las relaciones con nuestros socios comerciales. Si las democracias más poderosas del mundo no tienen problemas para tener fuertes lazos comerciales con China, Chile no debería jugar a ser más influyente de lo que podemos ser. Porque es evidente que no tenemos ni el tamaño ni la fuerza para influir en la forma en que el gobierno de China maneja los derechos humanos, es mejor dejar ese tema fuera de la agenda bilateral y de la gira presidencial.

Por más fuerte que sea el compromiso de un gobierno con los derechos humanos, las autoridades deben entender que los intereses nacionales son superiores a la defensa de los derechos humanos en otros países. En su gobierno, el Presidente Piñera cometió el error de querer convertirse en el paladín de la defensa de los derechos humanos en Venezuela. Como era fácil de anticipar, salió trasquilado en su esfuerzo. El gobierno de Venezuela sobrevivió, las violaciones a los derechos humanos no disminuyeron, pero Chile pagó costos reputacionales altos por el fracasado intento de querer forzar el respeto a los derechos humanos en un país sobre el que no tenemos suficiente influencia comercial, política o militar.

Chile no tiene el tamaño ni la influencia internacional para impactar de forma unilateral en la forma en que otros gobiernos de países vecinos se comportan en materia de derechos humanos. Chile puede trabajar junto a otros países para inducir, con incentivos positivos, a que haya más respeto por los derechos humanos en otros países de la región. También puede liderar con el ejemplo y puede sumarse a iniciativas multilaterales que promuevan el respeto a los derechos humanos. Trabajar para fortalecer la institucionalidad internacional es otro camino que ayuda a hacer fuerza en conjunto para crear condiciones más favorables al respeto a los derechos humanos.

Pero mientras el país no tenga los recursos militares o la voluntad para forzar a otros gobiernos a ser más respetuosos con los derechos humanos, las declaraciones grandilocuentes en defensa de los derechos humanos sólo seguirán siendo mensajes vacíos. Peor todavía, cada vez que los presidentes se apuran en poner el debate sobre el respeto a los derechos humanos en otros países como puntos centrales de las agendas bilaterales, hay más posibilidades de decepción que de avances sustantivos.

Cuando los países cuestionados son potencias mundiales, como China, los costos de esos gustitos que se dan los presidentes pueden ser muy altos para el país. El gobierno debe aceptar la realidad de que el tamaño importa y debe centrarse en promover nuestros intereses comerciales.

Las innecesarias, desafortunadas y políticamente imprudentes declaraciones del Presidente Boric sobre las violaciones a los derechos humanos en China harán poco por avanzar la causa del respeto a los derechos humanos en el mundo. Pero los costos para Chile pueden ser potencialmente altos.

Está bien que el Presidente Boric muestre valoración por el respeto a los derechos humanos. Pero podría comenzar por focalizar sus esfuerzos para promover el respeto a los derechos humanos en América Latina, especialmente en gobiernos que sistemáticamente violan esos derechos en la región, como Cuba, Venezuela y Nicaragua. No basta con hacer declaraciones rimbombantes en foros internacionales -cuestión que Boric por cierto hace respecto a Nicaragua, pero no respecto a Cuba o Venezuela. Hay que acompañar las declaraciones con hechos concretos y políticas constructivas que ayuden a mejorar la situación y permitan un involucramiento gradual y positivo del país acorde a nuestro tamaño, poderío e influencia.

En su irreflexivo accionar, el Presidente Boric se ha puesto en un lugar complejo del que difícilmente podrá salir bien parado. Chile no tiene el tamaño ni la influencia para presionar a China a modificar su política de respeto a los derechos humanos. Cualquier comentario crítico que haga el Presidente contra China tendrá altos costos para Chile y pocos beneficios para la causa universal de la defensa de los DD.HH. Es momento de que el Presidente Boric entienda cual es el lugar de Chile en el mundo y cuál es su prioridad como Presidente de la República y, en vez de ir dándose gustitos o hablando a sus bases de apoyo, asuma la enorme responsabilidad que implica defender los intereses y el bienestar del país.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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