Abundan las obras de ficción en las que algún personaje sobrevive a una exposición del vacío del espacio, durante varios segundos, sin un traje que le proteja. Desde series con complejos hilos argumentales como Star Trek o Battlestar Galactica, hasta obras de pura comedia como La guía del autoestopista galáctico han expuesto este tipo de situaciones como parte de su historia. También se ha empleado en otras ficciones con un final muy distinto: muchos recordamos aquel especial de Halloween de la undécima temporada de Los Simpsons en el que, viajando en un cohete al sol, Bart y Homer se eyectan al espacio para ahorrarse sufrimiento y sus cabezas simplemente explotan.

Es casi inevitable no sentir curiosidad por cuáles serían los efectos reales de exponerse al vacío del espacio y cuánto tiempo se podría sobrevivir.

Antes que nada, vacía los pulmones

Para prolongar al máximo la supervivencia en el vacío, lo primero es vaciar los pulmones de aire todo lo posible y mantener la boca abierta. Esto puede parecer contraintuitivo, pues tenemos la sensación de que, como en el espacio no habrá aire, cuanto más se aguante la respiración más tiempo se podrá sobrevivir. Pero el asunto no es tan sencillo.

Dado que no hay aire fuera, la presión es igual o muy cercana a cero. Por ello, cualquier masa de aire en el interior del cuerpo tenderá a expandirse o a escapar por donde pueda. Si la cantidad de aire es elevada, por haber inhalado profundamente y aguantar la respiración, la expansión repentina del aire de los pulmones dañaría gravemente los tejidos. La sangre que riega esos tejidos quedaría, entonces, expuesta al vacío, provocando su ebullición casi instantáneamente.

Además, por la misma estructura de nuestro sistema respiratorio, es imposible vaciar los pulmones por completo, siempre queda algo de aire residual que buscará la forma de salir de ahí. La vía de salida más sencilla es, por supuesto, la nariz, pero si se mantiene la boca cerrada, parte del aire que intenta expandirse puede filtrarse por las trompas de Eustaquio y buscar la salida atravesando los tímpanos. Abrir la boca permite una vía de salida del aire mucho más sencilla, y reduce las probabilidades de quedar completamente sordo. Eso sí, como efecto inmediato, los pulmones colapsan.

Los fluidos expuestos comienzan a hervir

Hemos vaciado los pulmones y permitido la salida del aire. Hemos evitado que revienten nuestro pecho y nuestros tímpanos, pero los problemas no han concluido. Cualquier fluido corporal expuesto al vacío, como la saliva o las lágrimas, comenzarán a hervir.

Esto, de nuevo, contradice algunas imágenes que hemos visto de personas expuestas al vacío del espacio en obras de ficción, como en la saga de Guardianes de la galaxia, donde las lágrimas y la humedad de la piel se congela y cristaliza.

Las bajas temperaturas son el menor de los problemas del ambulante espacial. En estas condiciones, la transmisión de calor es mínima —no hay conducción ni convección térmica—. Como el agua corporal está a una temperatura relativamente elevada, y en ausencia de presión no puede permanecer en estado líquido, simplemente se evapora. Por eso las lágrimas y la saliva hervirían. A este problema se le denomina ebullismo. Cerrar los ojos ayudaría a reducir la pérdida de presión y mantener los ojos hidratados unos segundos más.

¿El cuerpo explotaría?

Si nuestro cuerpo es una bolsa llena de fluidos, se podría deducir que cualquiera expuesto al vacío acabaría por explotar. Sin embargo, en palabras de Stefaan de Mey, responsable de estrategia de la Agencia Espacial Europea (ESA) para la web Space.com, esas imágenes grotescas no son realistas. Nuestro cuerpo es un sistema razonablemente resistente. El esqueleto es muy fuerte y mantiene la cohesión entre sus partes, y la piel es un órgano bastante elástico. Habría, muy probablemente, cierta dilatación, pero la integridad corporal no se vería comprometida.

El primer factor limitante con el que la víctima se encontraría es la falta de oxígeno. Al no poder retener aire en sus pulmones, el oxígeno de la sangre se consumirá en 10 o 15 segundos. Sin aporte de sangre al cerebro, sufrirá un desmayo, y la muerte cerebral llegaría en pocos minutos. En este tiempo, además, el ebullismo llegaría a los tejidos bajo la piel, y provocaría embolias inevitables.

En el caso de ser rescatado antes de ese momento, habría que llevar inmediatamente a la víctima a un entorno presurizado, rico en oxígeno. Como los pulmones ya habrán colapsado, sería necesario una maniobra inmediata para volver a llenarlos de aire —por intubación o boca a boca—. En cualquier caso, la víctima pasaría por un largo período de recuperación tras una experiencia tan traumática.

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