Camas compartidas, estafas, familias enteras viviendo en una habitación y discriminación son algunos de los abusos que convierten en pesadilla la búsqueda de alojamiento de muchos de los latinoamericanos que viven en España.

La escalada sin freno de los precios de alquiler y la escasez de vivienda hacen que los inmigrantes, especialmente los que llevan poco tiempo en España y no disponen de papeles ni contrato de trabajo, tengan que plegarse a las demandas desmedidas de algunos arrendadores.

Ese es el caso de Liliana, una mujer peruana de 29 años que durante su primer año en España compartió cama, durmió en el sofá del comedor de un apartamento donde vivían otras cinco personas y estuvo residiendo en la casa de una mujer mayor que no le daba días libres argumentando que no se podía quedar sola.

Ahogada por las exigencias de la anciana, dejó el trabajo y, a partir de ahí, su situación se complicó todavía más. «Nadie me ayudó realmente, más bien algunos se aprovecharon de mí«, asegura en una entrevista con EFE.

Sin trabajo ni documentación en regla, nadie quería alquilarle una habitación, así que tuvo que aceptar la propuesta de una compatriota que le ofreció una ‘cama caliente’ compartida con dos mujeres más.

Una de ellas trabajaba de noche, pero la otra dormía con ella en una cama de matrimonio que ocupaba el espacio de la habitación. Cuando parecía que las cosas no podían ir peor, la dueña de la vivienda las echó de la habitación para alojar a familiares y a ella le ofreció el sofá, ante el desprecio de los otros habitantes de la casa, que les disgustaba que utilizara el comedor para dormir.

Los problemas de vivienda también afectan a latinoamericanos que llevan más tiempo en España, como Iliana, una salvadoreña de 32 años, que tuvo una llegada plácida porque fue recibida por una amiga y bien tratada por la mujer a la que cuidaba, pero cuando la anciana ingresó en una residencia y tuvo que buscar vivienda, todo se complicó.

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