Cada día que pasa, nos queda más claro lo que hace años nos advirtió Gabriela Mistral en “Chile: País de Contrastes”, donde, con una mirada profunda y perspicaz, ella reflexiona sobre el alma y la identidad nacional -sus contradicciones sociales y culturales-, así como su complejidad y diversidad.

Hoy sufrimos por las inundaciones, y ayer reclamábamos por la sequía; nos sentimos los ingleses de América, y de pronto somos un país invivible por la delincuencia y la inseguridad; de tener una de las capitales más bellas y un puerto Patrimonio de la Humanidad, hoy son ciudades derruidas por la violencia y la anarquía.

Son muchas las facetas en las cuales nuestros parroquianos pueden identificar inexorables contrastes, pero es en el área política donde esta pluma quiere marcar las tintas, porque estamos transitando, de ser un país estable y republicano, a uno de los más andrajosos del barrio (léase: de aspecto desaliñado).

Duele… claro que duele. ¿Hay motivos? Claro que los hay. La historia da cuenta de grandes líderes políticos, civiles y militares, como O´Higgins, Portales, Prat, Baquedano, Alessandri. En contraste, nuestra contingencia política está marcada por la ausencia de liderazgos capaces de resolver con éxito los problemas políticos, económicos y sociales que enfrenta nuestra realidad.

Basta con observar “el guirigay político” que hay, a raíz de las próximas elecciones de alcalde, concejales, gobernadores y consejeros. Dejando de lado al oficialismo, en la oposición la batahola es de ripley… Convencido el sector que las próximas elecciones presidenciales están prácticamente ganadas, todos los esfuerzos se concentran en cómo repartirse la torta…

Batallas campales por quedarse con una u otra comuna -lo Barnechea, Viña del Mar, Valparaíso… por dar unos pocos ejemplos-, confirman que la división en la oposición es insalvable, incluso que va en aumento, con lo cual la posibilidad de una nítida victoria en octubre es incierta. Esta situación, sin duda, puede arrastrar a la candidatura presidencial del sector.

Suponer que las próximas elecciones presidenciales son “pan comido” es, a juicio de esta pluma, el error más grave que está cometiendo la oposición.

Un éxito magro en octubre puede ser el fin de la esperanza de ser gobierno el 25. Macri, en Argentina, estaba seguro que su sector ganaría las elecciones, pero apareció un outsider y “hasta luego”. En España, Núñez Feijóo estaba seguro del triunfo. ¿Y qué pasó?… Pedro Sánchez, a pesar de todo, sigue en el gobierno.

Por último, concluyamos que el 2% de apoyo al sector político, y la falta en la oposición de un liderazgo con una visión unificadora, advierten sobre un escenario delicado. No se puede confiar en que la posición expectante, que se tiene a nivel presidencial, se vea reflejada en las elecciones de octubre…. Somos un país de contrastes, y políticamente veleidoso, por lo que no se puede “mirar a huevo” el 30% duro del gobierno. Todo aconseja que no hay que confiarse… Lo dice el refrán… “no hay que limpiarse la boca… antes de comer”.

Por Cristián Labbé Galilea

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