“Lo terrible de la depresión invernal es despertar. Uno amanece cansado y tienes que hacer un gran esfuerzo para poder conectar y obtener la posibilidad de un flow, un camino para ejercer las actividades por realizar. El problema, para mí, no es tanto el frío como el gris,. Hay momentos donde solo quieres acostarte y dormir”.

El relato es de Nicolás, un millennial de tomo y lomo —37 años— y que vive en Santiago de Chile. Pero su sensación y su experiencia están lejos de afectarle solamente a él, y menos de que sea exclusiva de esta generación y estos tiempos.

En un paralelismo que rompe el tiempo y el espacio, en la Francia del siglo XIX algo parecido le sucedía al escritor Gustave Flaubert. O al menos así lo narraba en su novela Noviembre: fragmentos de un estilo cualquiera: “¿Son los días con sol de invierno tristes también para ti? Cuando hay neblina, en las tardes, y estoy caminando solo, es como si la lluvia cayera a través de mi corazón haciéndolo destruirse en ruinas”.

La música también ha abordado la melancolía del invierno. Partiendo por el mismísimo Jorge González y su ultra-citada letra de “Paramar”, pasando por los Smashing Pumpkins con “My Love is Winter” o Tori Amos en “Winter”.

Cómo no: el frío, la lluvia, los atardeceres de colores psicodélicos —y para qué decir la nieve—, son escenarios muy propicios para el surgimiento de emociones profundas, complejas y nostálgicas.

Excelente caldo de cultivo si eres artista, pero no tanto si eres una persona común y corriente que tiene que estudiar y/o trabajar y cuyo entumecido mundo interior no le importa a casi nadie.

Un scrolleo por las distintas redes sociales permite dilucidar que aparte del frío inclemente hay una sensación térmica sensible, de murria, que aunque se intente apaciguar con unas buenas pantuflas, gruesos calcetines o tecnológicas primeras capas, al final traspasa todo tipo de abrigo porque esa gelidez alcanza a la mismísima alma.

Conversamos con una dupla de profesionales expertas en el tema, cuyas palabras te caerán como una tibia y reconfortante taza de té con miel.

Frío en el alma

Catalina Aguirre es psicóloga mindfulness y explica que son varias las fuentes de información que señalan cómo y por qué el clima afecta nuestro estado

“La Sociedad Chilena de Desarrollo Emocional, por ejemplo, señaló en un estudio del 2008 que los días fríos pueden empeorar el estado de ánimo de las personas con tendencia a la tristeza”. Eso también lo demuestra un trabajo de la universidad estadounidense Brigham Young hecho con más de 16 mil adultos, que encontró mayores síntomas de angustia y depresión durante los periodos con menos horas de sol.

Eso se debe a factores como la temperatura, la luz solar, el viento y las precipitaciones, todas condiciones que culturalmente se relacionan a ánimos “negativos” (ella enfatiza el uso de comillas). El clima frío, además, retrasa el metabolismo y por tanto tiende a bajar la energía y el ánimo.

“Cuando tenemos inviernos intensos, con temperaturas muy bajas o días muy nublados y lluviosos, para entrar en calor el cuerpo tiende a generan una mayor actividad en primera instancia”, explica. “Pero si el frío persiste, lo que termina prevaleciendo es el sueño y la baja de ánimo”.

¿A quiénes les afecta más esto? Según la experta en mindfulness, esto toma más fuerza en personas que ya presentan “algún cuadro de síntomas depresivos o en quienes viven solos, ya que con este clima es más fácil que se activen emociones como la melancolía”.

Es parecido, dice, a lo que ocurre con las personas que tienden a sentirse mal o deprimidas en fechas festivas y familiares como la Navidad o el Año Nuevo.

TAE LAO

Una de las frases más recurrentes estas semanas es el diminutivo de “hace frío” o “está helado”, que en chileno coloquial se expresa fonéticamente en un tono pseudo asiático como “tae lao”.

Sin embargo, explica la psicóloga Yenny Martínez, en este caso TAE significa Trastorno Afectivo Estacional. “Como su nombre lo indica, se relaciona directamente con el cambio de las estaciones cálidas a las frías, lo que produce en las personas una serie de síntomas aliados a la depresión”, describe Martínez. ¿Cuáles son esos? Dormir por tiempo más prolongado de lo normal, bajas ganas de hacer actividades o de tener interacción social, poca capacidad de concentración y un estado de ánimo bajo.

Un estudio, elaborado en 2014 en la Universidad de Copenhague, parece haber encontrado una explicación química detrás de este trastorno. Por medio de una tomografía cerebral, encontraron importantes diferencias entre los meses de verano e invierno en los niveles de la proteína transportadora de serotonina (SERT) en pacientes que sufren de TAE.

¿La conclusión? En algunas personas, cuando los días son más cortos y se recibe menos luz solar, el ajuste que debe hacer el cerebro a los niveles de serotonina —conocida como “la hormona de la felicidad”, encargada de controlar emociones estados de ánimo— repercute en una menor secreción de ella y por ende en una mayor tendencia a la depresión.

Esto se acentúa con las modificaciones en el estilo de vida que ocurren cuando cambia el clima, lo que implica habituarse y adaptarse a estas nuevas condiciones en muy poco tiempo. “Es por ello que en varias ocasiones suele haber sentimientos y estados de depresión y ansiedad cuando llega el invierno”, dice.

Según Martínez, uno de los factores que más influyen en este trastorno es la reducción de las horas de luz solar, “lo que provoca una reacción en el reloj biológico de las personas. La menor exposición al sol influyen en los niveles de serotonina”, mientras también aumentan los de melatonina, el neurotransmisor que ayuda a inducir el sueño.

Aunque esto afecta más a personas con algún tipo de trastorno bipolar, “una persona con óptimos estados emocionales también puede llegar a sufrir leves formas de TAE”, advierte Martínez.

“Se generan un montón de variaciones internas —en cada persona— y externas —del resto de la sociedad—: desde los cambios de atuendo y horarios hasta la reducción de panoramas o de acceso a muchos lugares. Las personas en invierno deben permanecer la mayor parte de su tiempo a resguardo en sus casas, y todo eso puede afectar la salud mental. El cuerpo humano se adapta físicamente a diferentes condiciones —en este caso al frío—, pero no siempre funciona igual con la mente: ésta requiere de una preparación y constante trabajo para mantenerla estable”.

Primera capa mental

Así como es importante mantener el cuerpo abrigado y preparado para enfrentar las bajas temperaturas, también es clave cuidar nuestra salud mental, en tiempos donde además del frío están pasando muchas situaciones estresantes, por decir lo menos.

“Lo más importante a nivel psicológico es evitar el miedo al futuro”, aconseja Yenny Martinez. “Los seres humanos constantemente estamos pensando en qué va pasar y cómo nos iremos a sentir más adelante, pero esta es una de las causas de la ansiedad y la depresión”. Aunque no es fácil en estas condiciones de incertidumbre política, económica y social, es fundamental tratar de vivir el día a día y saber aprovecharlo, dice. “Intentar pensar en el futuro solo para construir tus metas de manera adecuada”.

Además de eso, Aguirre le da mucha importancia a los ciclos de sueño, la alimentación y las rutinas en general. “Cuidar esos ritmos siempre funcionará como un factor protector de nuestra salud mental”. Como hay menos luz solar directa y amanece más tarde, el ciclo de sueño se altera —se anticipa el cansancio por las tardes y cuesta más despertar por las mañanas—, por lo que se aconseja “mantener un horario habitual de descanso, para que el ciclo circadiano no se vea tan afectado y con ello no aumente el ánimo irritable”.

Un estudio realizado por la Universidad de Michigan concluyó que salir a caminar alrededor de 20 a 30 minutos diariamente, incluso en el frío, puede impactar positivamente en el estado de ánimo durante el invierno.

Y el mismo estudio de la U. de Copenhague sugiere que hay ciertos hábitos que pueden ayudar a no caer en las garras del TAE, como una dieta equilibrada, reducir el consumo de cafeína y hacer algo de ejercicio diario. Pero quizá lo principal es mantener la exposición al aire libre y recibir luz solar, con la cual se estimula la secreción de serotonina y se regula también la melotonina, además de promover la síntesis de vitamina D.

Aguirre concluye poniendo énfasis en no entregarse por completo a la inercia del frío, esa que nos hace querer estar todo el día hecho bolita en la cama. “Es importante fortalecer en esta época los lazos sociales, realizar actividades para el autocuidado —como el ejercicio físico o la relajación— y sobretodo, mantener al mal tiempo ponerle buena cara. Esa actitud previa nos ayuda a enfrentar los tiempos difíciles, ya sea personal o climatológicamente hablando”.

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