Que la situación está complicada… está complicada. La crisis por la que atraviesa nuestra sociedad es profunda y no golpea sólo al gobierno, a un partido, a algún ministerio o personaje público, sino que a la política en general, de un lado y de otro, amarillos, verdes o morados, y lo más grave de todo es que el escenario futuro es demasiado incierto.

Se viven tiempos complejos -en ningún caso apasionantes sino más bien preocupantes-, porque son muchos los casos de corrupción que se han apoderado de la agenda pública y privada, y están haciendo temblar no sólo los pilares básicos del gobierno, sino también los del Estado.

Definitivamente la Sociedad Política está en “el banquillo de los acusados”, y quienes la llevaron a esa encrucijada fueron ni más ni menos que las redes sociales, junto a un grupo de calificados periodistas, a los que se sumaron unos cuantos intelectuales y analistas tradicionalmente cercanos a la izquierda y al progresismo.

La Sociedad Civil también ha empezado a levantar su voz, para advertir a la Sociedad Política que no está disponible para ser parte de ninguna iniciativa, mientras no se le asegure el buen uso de los recursos entregados al Estado. El mundo privado se cansó de alimentar a políticos inescrupulosos, y a un Estado transformado en “vampiro anémico” que no se harta con nada.

Por lo mismo, es fácil suponer que muchas iniciativas oficiales no verán la luz fácilmente -por de pronto, la reforma tributaria-; también arriesgan un incierto futuro otros proyectos políticos, como la Comisión Constituyente, a la que se le está poniendo la situación “cuesta arriba”; las últimas encuestas señalan que sólo un 29% está dispuesto a votar a favor de una nueva Constitución en diciembre.

Lo curioso de la situación es que a las cúpulas de los partidos políticos que postulan los principios de la Sociedad Libre, donde el culto a la probidad debiera ser “una religión”, se las ha visto en estos días muy silentes. ¿Será que en el mundo político son muchos, y de todos los sectores, quienes tienen “el tejado de vidrio”?

Ahora bien, si se acepta que la corrupción ha existido siempre y que “ningún sector se salva” (las pruebas están a la vista), lo que no debiera aceptarse de ninguna manera es que ella quede impune. De allí que esta perspicaz pluma se pregunte: ¿no se estará “urdiendo una trenza” que evite seguir “hurgueteando” en la roña, y que, en un instinto de conservación, sea más recomendable “prestarse ropa” como fue el caso de los “sobre-sueldos”?

Por último, concluyamos que esta enredada “maleza política” es muy complicada. Piense, mi agudo lector, que las cifras de cada corruptela que se devela son, para el ciudadano común, “monstruosas e inalcanzables”, y lo único que espera una persona de bien es que la Sociedad Civil… no afloje en la tarea de desenmascarar cualquier sinvergüenzura -pitutos, arreglines, chanchullos y chuecuras- de la Sociedad Política… sea del lado que sea.

Por Cristián Labbé Galilea

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