Ámsterdam, la meca de la prostitución legal, trata de librarse de su imagen de «ciudad del pecado» e intenta reducir el turismo de fiesta.

Con ese propósito, la alcaldía de Ámsterdam ha lanzado un plan para desplazar la prostitución del famoso Barrio Rojo, emplazado en el centro histórico de la ciudad, hacia un «centro erótico» que se ubique en los suburbios.

Sin embargo, esto ha desatado un enfrentamiento con vecinos y trabajadoras sexuales, que se oponen encarnizadamente a este cambio.

Centenares de vecinos de los suburbios donde llegaría este «centro erótico» se rehúsan a que se instale un «enorme burdel» junto a sus casas. Éstos se unieron a las protestas de las trabajadoras sexuales que desean quedarse tras las vitrinas iluminadas con neón cerca de los canales del centro histórico de la ciudad.

La antagonista es la alcaldesa, Femke Halsema, quien defiende con todas sus fuerzas su plan.

«No es posible», dice llorando una madre tras un encuentro entre la alcaldesa y los residentes de uno de los tres lugares donde se planea crear el centro erótico.

Cierre temprano de burdeles y sin alcohol: Restricciones al Barrio Rojo

Mientras los residentes temen que el alboroto del Barrio Rojo llegue a sus calles, las trabajadoras sexuales consideran ser el chivo expiatorio de la alcaldesa en su intento por controlar la criminalidad y el turismo de masas en el centro de la ciudad.

«La alcaldesa dice que sólo somos una atracción turística y que la gente viene a burlarse de nosotros y a humillarnos», dice una trabajadora sexual, que se identifica como Michelle. «Pero no es así», agrega.

La mujer argumenta que los residentes del Barrio Rojo –donde la prostitución existe desde el siglo XVI– «saben dónde se instalaron». A su juicio, la idea de desplazar a las trabajadoras sexuales del centro hacia los suburbios «se asemeja a un proyecto de gentrificación».

En marzo, las trabajadoras sexuales se manifestaron en las calles de la ciudad, llevando banderines con la leyenda «Salven al Barrio Rojo». Afirman que el hecho de desplazarlo afectará su actividad y su seguridad. Además, creen que los cien lugares que habría en el nuevo sitio no serán suficientes, en comparación con las 250 cabinas que hay en el Barrio Rojo.

En paralelo, el Barrio Rojo está siendo objeto de medidas cada vez más restrictivas: los burdeles deben cerrar más temprano el fin de semana y la prohibición del consumo de alcohol será ampliado al cannabis.

Ámsterdam también lanzó una campaña en línea para desanimar a los jóvenes europeos a realizar despedidas de solteros u otras actividades festivas en la ciudad. El barrio está lleno de «afiches con todo lo que no está autorizado», subraya Michelle.

Por su parte, Alexander de Vos, ex trabajador sexual gay presente en una reunión entre la alcaldesa y ciudadanos de Ámsterdam, apunta que el Barrio Rojo sólo representa una «pequeña parte» de la prostitución de la capital neerlandesa. «También hay personas transgénero y gays», para los que «no hay lugar y ese centro les ofrece una posibilidad», afirma.

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