Como si hubiera querido terminar un primer año para el olvido con un último ejemplo de los múltiples desaciertos en sus primeros 10 meses en La Moneda, el Presidente Gabriel Boric irreflexiva y torpemente decidió hacer uso el 30 de diciembre de su prerrogativa constitucional de indultar a 13 condenados por delitos y crímenes de violencia.

Como era de esperar, esa controversial decisión generó múltiples reacciones negativas. Pero en vez de calmar las aguas, el Presidente Boric echó más leña al fuego al justificar su decisión de una forma que cuestionó la legitimidad del sistema de justicia y que provocó una inédita furibunda respuesta por parte de la Corte Suprema. La mala noticia para el Gobierno es que Boric abrió innecesariamente un nuevo flanco para cuestionamientos sobre su capacidad de ejercer prudentemente el poder. La buena noticia es que, así como vamos, el Gobierno pronto cometerá otro error no forzado que ayudará a dejar atrás esta polémica sobre los inconvenientes indultos.

Nadie duda de que el 2022 trajo innumerables sorpresas. La victoria del Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre probablemente fue la más importante. Pero una sorpresa negativa que tendrá efectos más cotidianos es la enorme capacidad que ha tenido el Presidente Boric para cometer errores no forzados y para meterse en la boca del lobo por sus irreflexivas explicaciones cuando es conminado a explicar sus controversiales actos.

Los ejemplos abundan. Pero la polémica sobre el indulto presidencial a 13 condenados por delitos violentos y actos terroristas subraya el modus operandi de Boric y su Gobierno. Siempre todo parte con una acción irreflexiva destinada a satisfacer las demandas de una minoría oficialista estridente que siente que Boric no está siendo lo suficientemente izquierdista. En este caso, decidió cumplir una de sus más sentidas promesas de campaña en la primera vuelta y, ante la negativa del Congreso a aprobar una ley que permitiera la liberación de los llamados presos de la revuelta, el Presidente optó por indultar a 12 personas condenadas por delitos realizados durante ese periodo.

La reacción a esa decisión contraria al sentir de la gran mayoría de la ciudadanía -aquella que le dio la victoria en segunda vuelta- no se dejó esperar. El descontento y el rechazo popular a esas decisiones irreflexivas lleva al Gobierno a dar confusas y rebuscadas explicaciones para justificar lo injustificable. En esta ocasión, Boric dijo estar convencido de que uno de los indultados, Jorge Mateluna, era inocente del delito por el que estaba cumpliendo condena.

Como si quisiera echar leña al fuego, gatilló una serie de reacciones negativas tras su destemplada declaración. La Corte Suprema debió recordarle sus derechos y obligaciones constitucionales. El egresado de derecho que ejerce como Presidente de la República debió pensar que hubiera sido mejor estudiar para aprobar el examen de grado y haber consultado con expertos constitucionales antes de emitir una declaración que, siendo estricto, constituye un notable abandono de deberes y una violación de la constitución que prometió defender.

En los días que siguen, debiéramos ser testigos de los dos pasos que faltan en el modus operandi de las crisis de Gobierno que ha tenido Boric. Primero, distintos voceros del Gobierno intentarán defender al Presidente y, contradiciéndose y entregando información hasta ahora desconocida, harán que nos enteremos de que el posible impacto del error no forzado fue debatido al interior de La Moneda y que, pese a las advertencias que recibió, Boric decidió irreflexivamente llevar adelante su decisión.

El segundo paso que falta para que se cierre la polémica -o para que sea reemplazada por un nuevo escándalo producto de un error no forzado- será que Boric pedirá perdón públicamente, que dirá que está aprendiendo a gobernar y que recordará que todos cometemos errores y debemos aprender de esos errores. Dirá luego, con las dos manos en el pecho y con la sonrisa de un adolescente que reconoce que actuó mal, pero promete no volver a hacerlo, que lo pensará mucho más la próxima vez que tenga que tomar una decisión de esa naturaleza. Luego, el siguiente error no forzado hará que la atención se mueva hacia un nuevo asunto.

Nadie está libre de tropezar. Los errores no forzados son parte de cada Gobierno. Pero la capacidad que tiene el Gobierno de Boric de cometer errores supera con creces a las de sus predecesores. Así como el anterior debía lidiar continuamente con las desafortunadas declaraciones fuera de libreto del Presidente Piñera, este Gobierno debe atravesar repetidas veces por el valle de la desolación en el que cae cada vez que Boric toma decisiones que reflejan más al candidato de primera vuelta que al moderado candidato que ganó la segunda vuelta.

Como es improbable que Boric aprenda y cambie de estilo de Gobierno, en los 3 años que nos quedan de su cuatrienio, deberemos acostumbrarnos a los repetidos autogoles que seguirá cometiendo el inexperto Presidente que insiste en no aprender de sus propios errores.

Por Patricio Navia, Doctor en Ciencia Política y profesor de la UDP, para El Líbero

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