Dos millones de personas tienen disfagia (dificultad para tragar) en España, casi el 30% de la población reconoce sufrir estreñimiento y hasta el 12% de los españoles padece síndrome del intestino irritable (SII). Aunque generalmente se contemple desde un punto de vista funcional, ahora sabemos que estos –y otros problemas intestinales– pueden ser señales de alerta del párkinson antes de que aparezcan los primeros signos.

Un nuevo estudio, publicado este viernes en la revista científica Gut, ha analizado los datos de decenas de miles de pacientes de una red de registros médicos de Estados Unidos y han llegado a esta conclusión de que ciertas afecciones intestinales pueden ser señales tempranas de advertencia de la enfermedad neurodegenerativa.

Los investigadores utilizaron datos de una red nacional de registros médicos de EEUU (TriNetX) para comparar a 24.624 personas que habían sido diagnosticadas de párkinson de causa desconocida con aquellas que habían sido diagnosticadas con otras afecciones neurológicas –enfermedad de Alzheimer (19.046) o enfermedad cerebrovascular (23.942)– o con ninguna de ellas (24.624, grupo de comparación).

Para su análisis, los científicos emparejaron los datos de los pacientes que padecían párkinson fueron con personas en los otros grupos por edad, sexo, raza y etnia, y antigüedad del diagnóstico para comparar la frecuencia de las afecciones intestinales incluidas en el registro durante una media de seis años antes de su diagnóstico. Después, los investigadores probaron la misma hipótesis, pero de una manera diferente, dividiendo a todos los adultos de la red que habían sido diagnosticados con cualquiera de las 18 afecciones intestinales en grupos separados, uno por cada afección de interés. Las personas en estos grupos fueron emparejadas con personas sin la afección intestinal en particular y monitoreadas a través de sus registros médicos durante cinco años para ver cuántos de ellos desarrollaron la enfermedad de Parkinson u otros trastornos neurológicos.

Cuatro afecciones principales

Los resultados del análisis arrojaron que cuatro afecciones intestinales estaban asociadas con un mayor riesgo de diagnóstico de párkinson. En concreto, la gastroparesia (retraso en el vaciado del estómago), la disfagia y el estreñimiento se asociaron con más del doble de riesgo de la enfermedad en los cinco años anteriores al diagnóstico, mientras que el SII sin diarrea se asoció con un 17% más de riesgo.

Otros problemas intestinales, como la dispepsia funcional (sensación de ardor o plenitud en el estómago sin causa obvia), el SII con diarrea y la diarrea más incontinencia fecal, también fueron más prevalentes entre las personas que desarrollaron la enfermedad. Pero estas afecciones también eran más prevalentes antes de la aparición de alzhéimer o la enfermedad cerebrovascular.

Ni la enfermedad inflamatoria intestinal ni la vagotomía (extirpación total o parcial del nervio vago para tratar la úlcera péptica) se asociaron a un mayor riesgo.

Por otro lado, la investigación ha hallado que la extirpación del apéndice parecía ser protectora, lo que suscita preguntas sobre su papel potencial en los procesos de la enfermedad que conducen a la patología.

Cabe destacar que se trata de un estudio observacional y, como tal, no puede establecer la causa. Los investigadores también destacan varias limitaciones de sus hallazgos, como que el periodo de seguimiento fue relativamente corto y que la información diagnóstica recogida en los historiales médicos electrónicos podría haber sido incompleta. No obstante, concluyen que «es el primero en establecer evidencia observacional sustancial de que el diagnóstico clínico no solo del estreñimiento, sino también de la disfagia, la gastroparesia y el síndrome del intestino irritable sin diarrea podría predecir específicamente el desarrollo de la enfermedad de Parkinson».

Asimismo, apuntan a que «estos hallazgos justifican la alerta por síndromes [gastrointestinales] en pacientes con mayor riesgo de enfermedad de Parkinson y subrayan la necesidad de investigar más los precedentes gastrointestinales en la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad cerebrovascular».

«Abrir oportunidades para la detección temprana»

La directora asociada de Investigación de Parkinson’s UK, Clare Bale, que no participó en este análisis, califica el estudio como «exhaustivo», al tiempo que valora: «Los hallazgos añaden más peso a la creciente evidencia de que problemas como el estreñimiento, dificultad para tragar y el retraso en el vaciamiento gástrico (gastroparesia) pueden ser señales de advertencia tempranas de la enfermedad de Parkinson».

«Comprender cómo y por qué los problemas intestinales aparecen en las etapas tempranas de la enfermedad de Parkinson podría abrir oportunidades para la detección temprana y enfoques de tratamiento que se centren en el intestino para mejorar los síntomas e incluso frenar o detener la progresión de la condición», señala en declaraciones a la agencia SMC de Reino Unido, recogidas por su homóloga española.

Asimismo, Bale hace hincapié en el hecho de que «curiosamente, parece que las personas a las que se les ha extirpado el apéndice tenían menos probabilidad de desarrollar la enfermedad de Parkinson, mientras que los autores observaron que la gastroparesia era especialmente propensa a preceder a un diagnóstico de párkinson en mujeres y personas más jóvenes».

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