Desde hace algún tiempo, Chile es testigo que la corrupción existe y que llegó para quedarse, no al nivel de otros países de la región, pero la suficiente para complicar la (falsa) narrativa que el país se ha construido sobre su excepcionalidad.
Antes de este hecho, a los chilenos les gustaba destacar que a pesar de los miles de arrestos arbitrarios que incluyeron todo el liderazgo de la Unidad Popular, casi no existen juicios o condenas por ese motivo después del Golpe de 1973. Gente que apoyó la dictadura empezó a cambiar de opinión cuando surgieron ya en la década del 90 las informaciones desde Estados Unidos sobre dineros depositados por el general Pinochet, pero no es solo un problema de dictadura versus democracia. Era quizás parte de un Chile que desapareció o solo cambió.
Mas aun, todo indica que lo que pasó posteriormente en democracia tiene también algo que ver con el crecimiento económico de las últimas décadas, que puso a disposición de los políticos acceso a dineros que antes simplemente no existían. También posibilitó conocidas corrupciones de generales de carabineros y del ejército. Incluso, respetados lideres sufrieron situaciones que fueron una mancha de sus gobiernos, como fue el caso del escándalo MOP-Gate bajo Lagos y el de CAVAL con Bachelet.
Chile había conocido corrupción en dictadura, el financiamiento de partidos y congresistas en democracia por parte de empresas y empresarios con la corrupción consiguiente en las leyes, la corruptela de la Concertación y las acusaciones sobre Piñera, pero lo que hoy se vive con el gobierno de Gabriel Boric, concretamente con el Frente Amplio y particularmente con Revolución Democrática, ingresa a una categoría totalmente distinta, la de crear fundaciones solo para aparecer haciendo lo que hasta ahora siempre había hecho el Estado.
Lo que hoy se vive con un mecanismo para defraudar dinero público es un verdadero misil a la línea de flotación del gobierno, y a la razón de ser de toda una generación que saltó de la universidad a La Moneda en un par de décadas, cuyos lideres transitaron desde la protesta al poder sin haber pasado por alguna entrevista laboral; de la mesada familiar a un muy buen ingreso, sin haber emprendido ni pagado impuestos, algunos sin haberse siquiera titulado, como el propio presidente. Como se dijo, con errores que parecen de alumnos en práctica.
Para transformarse en el presidente más joven y con mayor votación de la historia, no importó su historial de salud mental ni denuncias sobre negocios no muy santos de su padre, situación que se repitió en el caso de la madre de su aliado político más estrecho, el ministro Jackson.
La razón es que predominó una narrativa, el discurso de la “pureza” de una generación no contaminada por los males de sus mayores, y que llegaba a cambiarlo todo. Convenció a muchos chilenos y disminuyó a un mínimo la importancia de la Concertación, con mucho voto traspasado desde la izquierda socialista de Bachelet y desde el Partido por la Democracia de Lagos.
Ya que había perdido en la primera vuelta ante Kast, tuvo éxito al derrotarlo en la segunda y definitiva, lo que se obtuvo con la acusación que era “nazi”, lo que no era cierto. Conservador extremo y partidario de Pinochet sí, pero no fascista, ya que existe el suficiente conocimiento de lo que ellos hicieron cuando gobernaron Italia y Alemania como también de esas ideas doctrinarias, para saber que no eran postuladas por su candidatura.
Todo ello influyó, pero nada, absolutamente nada al nivel de su pureza, de su pretendida superioridad moral, y que quizás por primera vez llegaba al poder una generación política llena de buenas intenciones y alejada de los defectos con los cuales se asocia hoy a la actividad política en el mundo. Ni siquiera lo afectó el antisemitismo personal y de algunos socios de su coalición.
De ahí la gravedad de lo que ha ocurrido. Boric y el Frente Amplio han sufrido una descapitalización electoral y política muy rápida. Se han quedado sin programa ni mandato, por lo que no es solo la incompetencia demostrada y la falta de experiencia para ejercer el poder. También dos fracasos, donde en ambos casos, más del 60% votó en contra en el plebiscito constitucional y la elección posterior le concedió al partido de Kast un triunfo tan holgado, como que no se conocía algo semejante en Chile desde la Democracia Cristiana en 1965.
A pesar de todo, el gobierno sigue conservando una base sólida de más o menos un tercio que podría permitir, dada sus edades, el regreso, pero las denuncias hechas tienen la potencialidad como para destruir esa posibilidad. No se trata de algunas manzanas podridas, se trata de un mecanismo diseñado antes de llegar al poder, para esquilmar fondos públicos en forma sistemática vía entrega de dineros a fundaciones compuestas por cercanos, militantes partidarios y hasta familiares.
El principal problema proviene de un discurso que satanizó totalmente al lucro en todas sus formas, siendo esta una de las críticas que les dio más votos en relación con transformaciones que se hicieron en educación, salud y en el sistema de pensiones, sobre todo lo que tenía que ver con la educación.
El mecanismo ideado por estos militantes del Frente Amplio difería de aquellas fundaciones que tenían una larga trayectoria o una motivación religiosa. Aquí, aparentemente, lo que se pretendía era solo lucrar, como lo demuestra aquella dedicada supuestamente a la psiquiatría que recibió grandes recursos para…. pintar fachadas en campamentos de vivienda precaria.
Muchas cosas pueden ser olvidadas, incluyendo lo que se mintió acerca de los 30 años de consensos que le dieron a Chile una de sus mejores etapas. Muchos chilenos pueden haberse confundido con el argumento que en estas décadas “no se había hecho nada”, pero eso puede ser cambiado con la comparación en cifras del Chile que existía en 1990 con el que recibió Boric, sobre todo en pobreza. Pero nada, absolutamente nada es comparable a lo que ha pasado para el discurso de la superioridad moral, que era precisamente la razón de su existencia política y quizás uno de los motivos de su éxito.
Mas allá del daño que hace este discurso de origen woke, sea en USA o en Chile, ya que afecta la noción misma de diálogo democrático entre iguales, de búsqueda de acuerdos, al presentarse como una especie de categoría religiosa, de buenos contra malos, de puros versus impuros; religión sin Dios, eso sí.
Según investigación periodística de Ex-Ante, el origen de estas fundaciones, al parecer se encuentra en una sugerencia de un referente que admiran como el político español Iñigo Errejón, uno de los fundadores de Podemos en una visita del 2017 a Chile. Antes de gobernar, se crearon asociaciones con el objeto de defraudar al fisco, para recibir dinero sin trayectoria alguna, con direcciones falsas, simples fachadas, ya que en algunos casos ni siquiera existían legalmente.
Quizás no hubiesen experimentado este especie de karma, si antes no hubiesen jugado a la desestabilización del gobierno anterior, la crítica desinformada a la política sanitaria durante la pandemia, y, sobre todo, el respaldo a la violencia desmedida que azotó a Chile en octubre 2019. Todo eso puede ser olvidado y superado, lo que probablemente no va a ocurrir con la situación actual, donde se ha abierto una caja de pandora que va a ser difícil cerrar, ya que afecta la confianza sobre la que actúan los votantes. ¿Cómo creerle en el futuro a los candidatos que lleguen con un discurso de superioridad moral?
Al ser un mecanismo y no un solo caso, ahora el tema no es ni siquiera el empate de decir que esto ya se había hecho antes, ya que todavía no se sabe hasta donde alcanza, en el sentido de si solo son algunas regiones o todo el país, la cantidad de dinero que involucra y si la denuncia escala hasta el presidente Boric o se detiene en el ministro Jackson.
Jackson debió haber sido el candidato y no lo fue exclusivamente porque no tenía la edad mínima para ser presidente y yo no puedo sino recordar, la vez que lo conocí en persona. Acababa de ser electo diputado gracias a la expresidenta Bachelet quien lo hizo posible, ya que su “Nueva Mayoría” no llevó candidatos en su distrito electoral, lo que le permitió ser electo sin competencia. Así llegó, toda vez que el sistema electoral binominal entonces vigente, no lo hubiera permitido sin ese favor, convenientemente olvidado por el discurso de superioridad moral.
Ese día del 2014 acudí a la Comisión de Educación como vicepresidente ejecutivo de la Corporación de Universidades Privadas, agrupación donde más del 70% del alumnado eran los primeros estudiantes en educación superior de sus familias, es decir, el tipo de jóvenes que por razones socioeconómicas no podían hasta entonces acceder a las universidades cuando estas eran pocas en Chile, parte del profundo cambio experimentado en los criticados 30 años.
Si desaparecía, nos interesaba hacernos cargo de los estudiantes de la Universidad ARCIS, que como informaba la prensa de esa época, ya estaba en una profunda crisis. Nos interesaba, porque no queríamos que se repitiera la experiencia de universidades que habían quebrado y cuyos alumnos habían quedado desamparados. Sabíamos cómo hacerlo, ya que eran el tipo de estudiantes de origen humilde que enseñábamos.
Antes que hiciera uso de la palabra, habló el diputado Jackson, y dijo que no quería escuchar lo que teníamos que decir, y solo deseaba “que le pidiera perdón a Chile” por el daño hecho a través del lucro, para retirarse de inmediato. Quizás no se acuerda, pero yo no lo he olvidado, como también que tampoco tuvimos respuesta del ministro de Educación, en propuesta que fue presentada en forma separada. Y en esos años 2014-2016, mi mayor desilusión fue constatar en mis interlocutores ministeriales, esa enfermedad llamada clasismo en su desprecio hace nuestros alumnos, muchos, provenientes de colegios pobres.
Demás esta decir que la Universidad ARCIS quebró y sus estudiantes perdieron la inversión hecha en tiempo y dinero. Por su parte, el propietario que era el Partido Comunista retiró su aporte y también el dinero que había enviado Chávez desde Venezuela, la dejó quebrar y los alumnos fueron el gran damnificado.
Cuento esta anécdota donde ni siquiera se quería escuchar una propuesta, pero se esperaba que se le pidiera “perdón” a Chile solo por proponerla, para relatar el ambiente en que apareció la superioridad moral en la política chilena, y para entender lo que hoy pasa en Chile, ya que es algo más que derrotas electorales, al ser de mayor profundidad, con la potencialidad de afectar a toda una generación política que llego sin experiencia y antes de tiempo a la cima.
Lo que se ha visto es una nueva forma de corrupción, una especie de patrimonialismo que proviene del poder y entrega los recursos del Estado a un grupo como forma de propiedad personal. No son errores o solo inexperiencia, son actos reñidos con la ley y la ética, una maquinaria para defraudar, es decir, delitos, donde para saltarse las normas legales, hay que saltarse primero los escrúpulos, lo que le da todo un sentido diferente a la promesa electoral de “correr el cerco de lo posible” en Chile.
La mezcla de arrogancia con ignorancia se supera con mejores decisiones, pero en Chile ha galopado con rapidez la desilusión y la mayoría inicial se transformó solo en un año en un tercio. Por ahora, no parece haber ni programa ni agenda de refundación, y todo indica que Chile no va a ser la tumba del neoliberalismo, pero va camino a ser la bancarrota de la superioridad moral. Como Colombia.
Por Ricardo Israel, abogado, PhD. en Ciencia Política, excandidato presidencial (Chile, 2013)
@israelzipper
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