Hasta la fecha, hemos descubierto más de 5.500 exoplanetas que orbitan alrededor de otras estrellas por toda la Vía Láctea. Se calcula que esto es un mínimo porcentaje comparado a todos los que podría haber, lo que nos hace reparar en la enorme inmensidad del espacio exterior, produciéndonos una especie de bloqueo mental ante la posibilidad de que haya más formas de vida ahí arriba. Un bloqueo mental porque, como decía el gran Carl Sagan, «a veces creo que hay vida en otros planetas y a veces no; en cualquiera de los casos, la conclusión es asombrosa».
Resulta bastante loco pensar que en toda esa infinitud de planetas (se calcula que se cuentan por billones solo en la Vía Láctea) no hubiera ninguno en el que hubiera proliferado la vida como en el nuestro, y que de algún modo no hubieran evolucionado tanto o más que lo hicimos nosotros. Por ello, en los últimos años la búsqueda de vida extraterrestre ha sufrido un giro en sus planteamientos que sitúa el marco de observación fuera de lo humano, abriendo la posibilidad a que fuéramos nosotros los intrusos en otros sistemas planetarios, la reducida excepción de vida en mitad del atronador silencio del espacio.
En 2021, sin ir más lejos, se publicó un estudio en la prestigiosa revista Nature que concluyó que hemos sido visibles en los últimos 5.000 años para 29 planetas potencialmente habitables repartidos en 1.715 sistemas estelares. Un equipo de astrofísicos del Instituto Carl Sagan de la Universidad de Cornell confirmó que hemos sido detectables tanto por la luz como por las ondas de radio emitidas como máximo en un radio de 326 años luz. Y, en los próximos 5.000 años, también lo seremos para otros 319 conjuntos de estrellas y planetas.
| «Nosotros estamos observando el espacio exterior, lo que significa que otros mundos también podrían estar haciéndolo: ¿Qué verían de nosotros?»
Y, en verdad, nuestra presencia es un absoluto canteo en mitad del Universo, como se dice coloquialmente. La Tierra ha estado llamando demasiado la atención. Su mayor pico de notoriedad fue la primera mitad del siglo XX, desde 1900 aproximadamente hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando las señales de radio eran mucho más potentes. Así lo cree Howard Isaacson, astrónomo de la Universidad de California en Berkeley, en un nuevo reportaje de la BBC que explora este nuevo paradigma de la búsqueda de vida extraterrestre. En aquella época, «las ondas de radio necesitaban ser más fuertes porque no había receptores tan sensibles», asegura.
Al margen de las ondas de radio, también podemos ser observables a través de la sombra que proyectamos sobre el Sol a lo largo de nuestro recorrido por todo el Sistema Solar. Es lo que se conoce como el método del tránsito, el cual consiste en analizar las estrellas con un detector muy sensible que arroje disminuciones en los niveles de luz que emite, sirviéndonos a nosotros para detectar exoplanetas. Al pasar un planeta por delante de una estrella, se produce un descenso de la cantidad de luz que emite, lo que posibilita conocer detalles sobre su tamaño y lo cerca o lejos que se encuentra de su estrella.
Una «colección de mundos»
En 2021, Jacqueline Faherty, astrofísica del Museo Americano de Historia Natural de Estados Unidos, calculó que había casi 2.000 estrellas a 300 años luz de la Tierra que potencialmente podrían ver nuestro tránsito. «Una buena colección de mundos», admite en el medio británico. «Nosotros estamos observando el espacio exterior, lo que significa que otros mundos también podrían estar haciéndolo. Si te colocas en un espejo en mitad del espacio, ¿qué verían de nosotros?».
| «Si el desarrollo urbano sigue a este nivel, para el 2150 la superficie urbana podría haber aumentado por diez, lo que nos haría más brillantes»
Otra de las señales que podríamos estar mandando a la inmensidad espacial sería la emitida a través de la luz artificial de nuestras ciudades. No tanto por la señal lumínica, la cual no es para tanto (solo un 1% de la superficie terrestre está cubierta de ciudades), sino por el sodio emitido, como explica Thomas Beatty, astrónomo de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos. «Tiene características espectrales muy nítidas», asegura. «Si el desarrollo urbano planetario sigue a este nivel, para el año 2150 la superficie urbanizada podría haber aumentado por diez sus niveles actuales, lo que nos permitiría brillar como un faro para los telescopios espaciales».
Sea como sea, ya somos lo suficientemente visibles como para que una civilización que esté más o menos igual de desarrollada tecnológicamente que la nuestra pueda descubrirnos. El problema radica en pensar que cualquier tipo de vida inteligente ahí arriba haya avanzado tecnológicamente de una manera similar a la nuestra, un prejuicio falso que nos hace caer en el antropocentrismo. Puede que haya vida extraterrestre mucho más avanzada que nosotros, lo que arroja muchísimas más preguntas todavía sin resolver.
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