Como pocas veces en la historia reciente, la elección de mesa directiva de la Cámara de Diputados tendrá impactos muy relevantes sobre el actual proceso político. De algún modo, es como si los astros se hubieran alineado, haciendo de esta contienda un hito decisivo: el desenlace de esta disputa marcará un punto de inflexión en varios aspectos, un antes y un después, donde el gobierno y la oposición definirán una parte importante de su destino inmediato.
Para el oficialismo, el precedente inmediato es complejo, ya que sus propios errores y desinteligencias contribuyeron a que el acuerdo para la sucesión de la mesa del Senado no se cumpliera. Oficialismo y oposiciones se acusan mutuamente de no haber respetado el arreglo establecido, lo que provocó el primer quiebre de un acuerdo de gobernabilidad en la Cámara Alta desde 1990.
Pero la elección de la mesa del Senado fue también un hito por otras cosas: en primer lugar, porque confirmó el divorcio definitivo de Amarillos y Demócratas del tronco histórico de la centroizquierda, y su decisión de explorar una convergencia institucional con la centroderecha; un proceso de acercamientos que ya se había iniciado en la campaña por el Rechazo a la propuesta constitucional de la Convención. En este proceso, podría estar el germen de algo sustantivo, que altere finalmente la configuración política de las ultimas décadas.
En lo inmediato, el gobierno se juega en esta elección cosas importantes. Si termina solo como espectador, viendo cómo el acuerdo de gobernabilidad se cae también en la Cámara, quedará en una posición de extrema debilidad, sin el control de ambas ramas del Congreso, con todo lo que ello implica para el trámite legislativo, y en un cuadro donde sus principales reformas se ven muy cuesta arriba. Sin mayorías, con el PC nuevamente impedido de encabezar la testera y cuando se reinicia el ciclo electoral, el oficialismo quedaría sumido en un cuadro bien complejo.
El compromiso de que un o una comunista debe asumir este año la presidencia de la Cámara se ha convertido en un aspecto clave de este intríngulis. Ya hay sectores, de gobierno y oposición, que expresan dudas y reparos ante esa posibilidad, advirtiendo que el actual momento político no hace viable una jefatura comunista en la Corporación. Más todavía, luego que el senador de ese partido Daniel Núñez apelara a la movilización social como una herramienta para forzar el cumplimiento de la agenda legislativa por parte del Congreso.
En resumen, en un par de días más veremos si el oficialismo tiene la capacidad para hacer cumplir un compromiso que dejaría al PC encabezando la testera por primera vez en la historia. También, si el gobierno logra retener un espacio de poder que es clave para el cumplimiento de su agenda legislativa. Y, por último, si el nuevo reordenamiento de fuerzas en el Parlamento permite al oficialismo seguir avanzando en una estrategia electoral unitaria, y a las oposiciones contener el riesgo de divisiones inconducentes.
Escrito para La Tercera por Max Colodro, filósofo y analista político