Palestino cayó 3-1 ante Bolívar en La Paz en el cierre del Grupo E de la Copa Libertadores y quedó eliminado de la competencia, no obstante al quedar tercero, consiguió un cupo para los play-offs de octavos de final de la Copa Sudamericana.
El equipo dirigido por Pablo «Vitamina» Sánchez le costó caro acomodarse a la altura y terminó inocente pagándolo caro por errores propios y pese que hasta la última fecha tuvo posibilidades de clasificar, tendrá que ir a la repesca con algún equipo que haya terminado segundo en el otro torneo continental.
En el primer tiempo, ambos equipos buscaron acercarse a los arcos contrarios, pero sin mayor peligro. Aprovechando la altura el expediente del remate de media distancia fue habitual y exigió las respuestas de los arqueros Carlos Lampe y César Rigamonti.
El partido siguió parejo hasta elminuto 35, cuando el defensa José Bizama despejó de mala manera un balón y con un cabezazo anotó un autogol.
Eso motivó a Bolivar que rápidamente aumentó el marcador a los 41, pero la acción se anuló por el VAR, debido a una mano de un atacante boliviano.
Así los equipos se fueron al descanso con triunfo por la mínima de Bolívar.
El segundo tiempo eso si golpearía de entrada a Palestino, ya que a los 47′ Francisco Da Costa puso el segundo para los locales. El delantero aprovechó los errores en la defensa «árabe» para batir la resistencia de Rigamonti.
El segundo tanto afectó la moral del equipo chileno que, a diferencia de la primera etapa, se le vio más incomodo en la cancha y sufrió los efectos de la altura
El técnico «Vitamina» Sánchez hizo algunas modificaciones que le permitieron al «Tino Tino» lograr el descuento. A los 68′, Felipe Chamorro anotó con un remate cruzado en el área para batir a Lampe, que reaccionó muy lento.
Pese al descuento y las ganas de la visita de dar vuelta el marcador, Bolívar mediante un cabezazo Da Costa a los 87 puso el 3-1 y la lápida del encuentro.
Con este resultado, Palestino quedó tercero y jugará Copa Sudamericana con alguno de los segundos de ese torneo.
Por Ignacio Soto Bascuñán