Un masivo corte de suministro eléctrico afectó a más de un millón de clientes desde Arica hasta Los Lagos, dejando a gran parte del país sin energía. Según el Coordinador Eléctrico Nacional (CEN), la causa fue una desconexión en el sistema de transmisión de 500 KV en el Norte Chico. Este evento, que ha paralizado actividades cotidianas y productivas, no solo expone las vulnerabilidades del sistema eléctrico chileno, sino que también plantea preguntas sobre la eficacia de los protocolos de emergencia y la capacidad de respuesta ante crisis de esta magnitud.


Desarrollo analítico:

1. La explicación técnica: ¿Qué falló?
El CEN, operador del sistema eléctrico nacional que abarca más de 3.100 kilómetros entre Arica y Chiloé, informó que el corte se originó por una desconexión en una línea de transmisión de alta tensión (500 KV) en el Norte Chico. Esta línea es crucial para el transporte de energía a lo largo del país, y su falla generó un efecto dominó que dejó sin suministro a millones de personas. Aunque el organismo activó de inmediato el Plan de Recuperación de Servicio, la reposición de la energía ha sido lenta, lo que ha generado malestar en la ciudadanía.

El CEN, creado por la Ley 20.936 como una entidad autónoma sin fines de lucro, tiene como misión garantizar la operación segura y eficiente del sistema eléctrico. Sin embargo, este incidente revela que, pese a su estructura y protocolos, el sistema sigue siendo vulnerable ante fallas críticas. Las causas exactas de la desconexión aún se desconocen, pero el organismo ha asegurado que serán investigadas conforme a los protocolos establecidos para este tipo de contingencias.

2. Impacto nacional: Un país paralizado
El apagón ha tenido consecuencias inmediatas en todo el territorio nacional. En las grandes ciudades, la falta de semáforos ha generado caos vehicular, mientras que bomberos ha reportado numerosos rescates de personas atrapadas en ascensores. El Metro de Santiago suspendió sus operaciones, dejando a miles de pasajeros varados, y los aeropuertos han enfrentado retrasos en sus vuelos. Además, servicios esenciales como hospitales y centros de salud han tenido que recurrir a generadores de emergencia para mantener sus operaciones.

En las redes sociales, los ciudadanos han compartido imágenes y testimonios que reflejan la magnitud del problema: calles congestionadas, edificios a oscuras y largas filas en estaciones de servicio. Este escenario no solo afecta la calidad de vida de las personas, sino que también tiene un impacto económico significativo, especialmente para pequeños comercios y empresas que dependen de un suministro eléctrico estable.

3. La respuesta del CEN y las autoridades: ¿Suficiente?
El CEN ha sido claro en señalar que el corte se debió a una falla técnica y que se están siguiendo los protocolos establecidos para investigar las causas y restablecer el servicio. Sin embargo, la falta de información detallada en las primeras horas de la emergencia ha generado desconfianza en la ciudadanía. Aunque el organismo ha notificado a las autoridades pertinentes, la respuesta gubernamental ha sido criticada por su lentitud y falta de transparencia.

La ministra del Interior, Carolina Tohá, ha asumido un rol protagónico en la gestión de la crisis, pero su mensaje inicial de tranquilidad contrasta con la gravedad de la situación. Mientras tanto, el ministro de Energía, Diego Pardow, ha estado ausente en las primeras horas de la emergencia, lo que ha generado dudas sobre la coordinación interna del gobierno.

4. Lecciones por aprender: Fortalecer el sistema eléctrico
Este apagón masivo no es un hecho aislado. En los últimos años, Chile ha enfrentado varios cortes de energía de gran magnitud, como el ocurrido en marzo de 2010 tras el terremoto y el de septiembre de 2011 por una falla en la subestación Ancoa. Estos eventos revelan un patrón preocupante: el sistema eléctrico chileno, pese a su sofisticación, sigue siendo vulnerable ante fallas críticas.

Para evitar futuros apagones, es fundamental fortalecer la infraestructura eléctrica, mejorar los protocolos de emergencia y garantizar una comunicación clara y oportuna con la ciudadanía. Además, se debe evaluar la posibilidad de incorporar tecnologías que permitan una operación más resiliente y descentralizada del sistema, reduciendo el riesgo de fallas en cascada.


Conclusión reflexiva:
El apagón nacional que afectó a Chile no es solo un fallo técnico; es un recordatorio de las vulnerabilidades de un sistema eléctrico que necesita modernización y mayor resiliencia. Además, expone las debilidades en la gestión de crisis del gobierno, que debe mejorar su capacidad de respuesta y comunicación ante emergencias de esta magnitud. En un mundo cada vez más dependiente de la energía, este incidente debe servir como una llamada de atención para fortalecer la infraestructura, garantizar la transparencia y asegurar que la ciudadanía esté informada y protegida. La pregunta que queda en el aire es: ¿Está Chile preparado para enfrentar una crisis de mayor magnitud en el futuro?

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