La hipertensión arterial es conocida como la «epidemia silenciosa», ya que, a diferencia de otras condiciones de salud, no presenta síntomas evidentes ni señales de alerta inmediatas. Sin embargo, afecta a millones de personas de manera progresiva, alterando la salud y, en muchos casos, provocando daños irreversibles.

Se estima que alrededor del 30% de la población adulta mundial padece hipertensión, aunque casi la mitad de los afectados desconoce su condición, según datos de la Organización Mundial de la Salud. En Argentina, esta cifra asciende al 35%, lo que representa un grave problema de salud pública, considerando que el conocimiento sobre esta enfermedad no ha mejorado significativamente en la última década.

¿Cómo se diagnostica?

La hipertensión ocurre cuando la presión sanguínea se mantiene elevada durante períodos prolongados, lo que puede generar daños en órganos clave como el corazón, el cerebro y los riñones. El umbral diagnóstico para la hipertensión está fijado en 140/90 mmHg, aunque un nuevo consenso argentino propuso revisar las categorías, y ahora se considera normal una lectura por debajo de 130/80 mmHg. Las mediciones regulares, al menos en dos días diferentes, son fundamentales para el diagnóstico.

El Dr. Alejandro Deviggiano, jefe de Cardiología en Diagnóstico Maipú, recalca la importancia de controlar la presión de forma constante: «La mejor manera de hacerlo es sentado, realizando tres mediciones con intervalos de un minuto entre ellas y utilizando el resultado final.»

La hipertensión y sus factores emocionales

A pesar de no mostrar señales visibles, hay factores que pueden incidir en la hipertensión. El estrés, la ansiedad y los trastornos emocionales pueden disparar descargas neurohormonales que aumentan la presión arterial. «Es importante estar atento a los gatillos emocionales que pueden elevar los valores de presión», señala Deviggiano.

Hipertensión en grupos vulnerables

Aunque se cree que la hipertensión es una condición exclusiva de adultos mayores, hoy se observa un aumento alarmante de casos en niños y adolescentes, especialmente en aquellos con hábitos sedentarios y alimentaciones poco saludables. Entre el 3 y 5% de los menores en Argentina sufren de presión arterial elevada.

Por otro lado, las mujeres también enfrentan situaciones críticas en ciertas etapas de la vida, como el embarazo y la menopausia. El control de la presión arterial durante el embarazo es crucial, ya que los trastornos hipertensivos pueden poner en riesgo tanto a la madre como al bebé.

El tratamiento y la prevención

Una vez diagnosticada, la hipertensión no desaparece por sí sola. El tratamiento generalmente implica cambios en la alimentación, la actividad física y, en muchos casos, la medicación permanente. Deviggiano subraya que la adherencia estricta al tratamiento es esencial para mantener la presión arterial bajo control.

Entre las recomendaciones básicas, se destaca la reducción del consumo de sal, especialmente la oculta en alimentos procesados, y el incremento de la actividad física. También se recomienda evitar los edulcorantes artificiales y optar por alternativas más saludables, como el azúcar mascabo o rubia.

¿Qué pasa cuando no se controla?

Si no se detecta a tiempo, la hipertensión puede desencadenar complicaciones graves como infartos, accidentes cerebrovasculares (ACV) o insuficiencia renal. Deviggiano advierte que la hipertensión puede dañar lo que se conoce como los «órganos blanco»: corazón, cerebro, riñones y ojos. Las complicaciones son a menudo crónicas y silentes, lo que hace aún más necesario el control preventivo.

La importancia de la detección temprana

Para el Dr. Ezequiel Nudelman, coordinador de cardiología de la Clínica Santa Isabel, es fundamental que la población tome conciencia sobre la importancia de controlar su presión arterial: «La detección temprana y el tratamiento adecuado pueden prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida.»

La hipertensión no debe ser tomada a la ligera. Sin un diagnóstico adecuado y tratamiento oportuno, las consecuencias pueden ser letales. Por eso, la clave es actuar temprano, realizar controles periódicos y seguir las recomendaciones médicas.

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