Con la llegada de los días fríos, muchas personas experimentan una sensación general de lentitud, menor claridad mental e incluso cambios de ánimo. Desde dificultades para levantarse por la mañana hasta una mayor irritabilidad o aislamiento, el clima invernal parece tener un efecto real en el cuerpo y la mente. Según especialistas, estas sensaciones no son solo percepción: el frío tiene una base neurológica comprobada.
El neurointensivista Ryan Kyle Jones, del Northwell Lenox Hill Hospital, explicó al portal Verywell Mind que las bajas temperaturas ralentizan la transmisión de impulsos en el sistema nervioso, lo que se traduce en movimientos más torpes, menor sensibilidad física y una disminución general en la capacidad de respuesta.
El frío y el cerebro: lentitud, distracción y errores
Incluso sin llegar a situaciones extremas como la hipotermia, la exposición prolongada al frío puede afectar la función cognitiva, incluyendo la memoria, la atención y la capacidad para tomar decisiones. La temperatura corporal central por debajo de 35 °C puede producir síntomas como delirio, desorientación y confusión mental.
La revista también detalla cómo el frío impacta directamente el estado de ánimo y la motivación. Las personas tienden a volverse menos activas, más irritables y socialmente desconectadas, lo que puede aumentar el estrés y agravar síntomas de ansiedad o depresión.
Salud mental y clima extremo
La doctora Deborah Serani, psicóloga y autora de Living with Depression, señaló que si bien las olas de calor están relacionadas con aumentos en las urgencias por trastornos psiquiátricos, el frío también genera desafíos importantes. En especial, trabajadores expuestos, socorristas, soldados y deportistas enfrentan un mayor riesgo de alteraciones emocionales o cognitivas durante climas extremos.
Además, el trastorno afectivo estacional (SAD) tiende a coincidir con el invierno y puede agravarse por el frío, que a su vez dificulta el acceso a tratamientos o medicamentos necesarios para la salud mental.
¿Qué pasa con el “brain freeze”?
Otro fenómeno curioso relacionado con el frío es el llamado “brain freeze” o dolor de cabeza por frío, que ocurre al consumir bebidas o alimentos helados. Aunque es inofensivo, puede ser molesto. “Sabemos que ocurre cuando se aplica un estímulo frío al paladar o la parte posterior de la garganta”, explicó Jones. Se produce por un espasmo de los vasos sanguíneos y afecta especialmente a niños y adolescentes.
¿Todo es reversible?
La buena noticia es que, según los especialistas, la mayoría de los efectos del frío en el cerebro son reversibles si se restablece la temperatura corporal normal y se toman medidas para proteger la salud mental durante los meses fríos.
Entre las recomendaciones están mantenerse activo, asegurar el acceso a apoyo psicológico o medicamentos, y evitar la exposición prolongada a temperaturas extremas. En definitiva, el frío no solo se siente en la piel: también impacta lo que pensamos, sentimos y hacemos.
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