Tras completar el primer mes del invierno 2025, los datos meteorológicos confirman una percepción generalizada entre la ciudadanía: julio ha sido inusualmente cálido en gran parte del país, especialmente en las zonas centro y sur. Las cifras muestran desviaciones significativas respecto de los promedios históricos y consolidan este período como uno de los inviernos más templados en años recientes.

Temperaturas máximas con anomalías superiores a +2 °C

Según datos entregados por el Observatorio Climático de la Facultad de Ingeniería de la Universidad San Sebastián, las temperaturas máximas diurnas han mostrado anomalías superiores a los +2 °C respecto del promedio histórico.

En Santiago, por ejemplo, ya se han registrado dos olas de calor invernal: entre el 2 y 4 de julio, y luego del 17 al 19 del mismo mes. Esto ocurre cuando las temperaturas máximas diarias superan los 21 °C durante tres días consecutivos, umbral establecido para declarar una ola de calor en invierno.

Además, durante julio, hubo 8 días con temperaturas máximas sobre los 21 °C, cifra muy superior a los tres días registrados en 2024 en el mismo periodo.

Días cálidos y noches frías: oscilación térmica acentuada

El fenómeno de altas presiones persistentes ha favorecido cielos despejados, permitiendo una mayor entrada de radiación solar durante el día. Esto ha elevado las temperaturas diurnas, mientras que la falta de nubosidad en la noche ha facilitado la pérdida de calor, provocando descensos bruscos en las temperaturas nocturnas y heladas en varias comunas del centro y sur del país.

Durante los últimos 30 días, hubo 16 días con temperaturas medias por sobre el promedio de la última década (8,5 °C), en comparación a solo 10 días en 2024. En cuanto a las mínimas, se registraron 14 días con temperaturas por sobre el umbral promedio de 3,8 °C, mientras que el año pasado solo se contabilizaron nueve.

Anticiclón subtropical y oscilación antártica como factores clave

La directora del Observatorio Climático, Paula Santibáñez, explicó que esta situación se debe en gran medida a la acción del anticiclón subtropical del Pacífico, que ha promovido condiciones estables, con poca nubosidad y escasa presencia de sistemas frontales.

A esto se suma la influencia de la oscilación antártica, fenómeno que ha provocado que los vientos del oeste se replegaran hacia el sur, lo que ha alejado lluvias y nubosidad del centro del país, intensificando el carácter seco del invierno.

Cambio climático: “Estos inviernos podrían convertirse en la norma”

Los expertos advierten que esta situación no es un evento aislado. Para Santibáñez, el patrón observado responde al calentamiento global provocado por la acumulación de gases de efecto invernadero.

Si no hay cambios profundos en la trayectoria de las emisiones globales, estos inviernos templados podrían convertirse en la norma, no la excepción”, afirmó.

A nivel global, 2024 fue el año más caluroso registrado en la historia. Aunque 2025 va levemente por debajo, se mantiene como un año anómalamente cálido, incluso en el invierno del hemisferio sur.

Consecuencias preocupantes para el ecosistema

Más allá de la comodidad térmica aparente, un invierno cálido trae impactos significativos:

  • Disminución de la acumulación nival: Al aumentar las temperaturas, eventos de precipitación que antes eran nieve ahora se presentan como lluvia, reduciendo la reserva de agua para la primavera y el verano.

  • Problemas en la producción agrícola: Muchos frutales requieren horas de frío para desarrollarse correctamente. La falta de estas horas puede provocar floraciones irregulares, menor productividad y calidad de los frutos.

  • Mayor persistencia de plagas: Al no haber un frío sostenido, plagas que suelen desaparecer en invierno sobreviven, lo que eleva los riesgos sanitarios y los costos de control en las próximas temporadas.

  • Aumento del riesgo de incendios forestales: Los suelos y vegetación menos húmedos debido a la sequedad invernal aumentan la inflamabilidad del paisaje, lo que eleva significativamente el peligro de incendios durante primavera y verano.

La persistencia de estos patrones climáticos confirma una tendencia que se alinea con los pronósticos del cambio climático, y que obliga a repensar tanto la planificación agrícola, hídrica y territorial, como también la estrategia de mitigación y adaptación frente al calentamiento global.

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