El dólar oficial cerró en 130,06 bolívares, un alza de 1,01 bolívares respecto a los 129,05 registrados el miércoles 5 de agosto. El euro también subió, alcanzando 151,13 bolívares frente a los 150,24 del día anterior. Estas cifras evidencian la persistente devaluación del bolívar, pese a los intentos del régimen por contener el mercado cambiario y opacar el dólar paralelo.

La consecuencia más dura ya es un hecho: el salario mínimo oficial de Venezuela se ubica por debajo del equivalente a un dólar estadounidense. Lo que antes parecía una amenaza inminente se ha convertido en un indicador claro del deterioro del poder adquisitivo.

Esta caída no es un simple dato macroeconómico. Es la expresión de una inflación que devora los ingresos, con un salario mínimo congelado desde 2022 y una moneda que pierde valor a velocidad vertiginosa. El dólar se afianza como referencia para precios y transacciones, aunque sigue fuera del alcance de la mayoría.

Para millones de venezolanos, esto se traduce en una lucha diaria por sobrevivir, donde el ingreso mínimo no cubre ni siquiera las necesidades más básicas. La crisis económica, lejos de estabilizarse, sigue profundizando la precariedad y reduciendo la calidad de vida.

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