Tambaleante, a River se lo terminaron de llevar por delante para que se le acabara prematuramente el año. Ya venía dando señales de sobra que competir de igual a igual le demanda unos recursos y un espíritu que no tiene. La debacle se consumó en el Cilindro de Avellaneda, otra estación sin que apareciera la reacción que Gallardo prometía y creía que en algún momento se iba a producir. Ya no será en este 2025, en el que el Muñeco no hizo los méritos para seguir al frente de la reconstrucción que hará falta el año próximo.

La forma en que River quedó eliminado en los octavos de final del Clausura es una radiografía exacta de su realidad. En el descuento, el tercer gol de Racing para el 3-2 fue de atropello, a lo guapo, con el convencimiento del creyente. La pelota la terminó de empujar Martirena –el lateral de los goles importantes-, pero al lado estaba Maravilla Martínez, y antes la pelota había dado en el travesaño. Los jugadores de Racing atacaron como leones en esa jugada, mientras que Galarza era la contracara por su blandura para dejarse anticipar.

Se invertía la historia de la reciente Copa Argentina, cuando River acertó de arranque con Salas y luego se dedicó a aguantar. Ahora estaba obligado a remontar, la clase de partido que más le cuesta, aunque para River todo es dificultoso: ser firme atrás, elaborar juego en el medio y tener contundencia arriba.

Gallardo había reformulado por enésima vez el medio campo, el sector que es el motor de cualquier equipo y que en River hace rato que no carbura. Sorpresivamente le devolvió la titularidad a Nacho Fernández, como enganche, y sobre la izquierda apareció el pibe Acosta. Otra fórmula que no cuajó y deja una vez más expuesto al entrenador en su búsqueda interminable.

Al silbado Salas le llegaban pelotazos que lo llevaban a un cuerpo a cuerpo con Colombo que pronto le pasó factura en lo físico. Nacho Fernández deambulaba, Castaño seguía instalado en su habitual intrascendencia, con un respaldo de Gallardo que tiene más de capricho que razones futbolísticas.

Acuña no sucumbió a la catarata de insultos de los hinchas de Racing. Fue uno de los pocos de River que puso el pecho, que casi nunca se vio sobrepasado por las circunstancias ni se contagió de la blandura de muchos de sus compañeros.

Lo mejor del partido

El partido fue más emotivo e intenso que bien jugado. De River se sabe que no es un buen equipo y Racing es espasmódico, pero tiene fibra y bravura, cualidades muy bien representadas por Santiago Sosa, que volvió a jugar con una máscara porque tiene media cara rota y se brindó como un gladiador. Luchó de manera conmovedora. Varios jugadores de River parecían extraños en la comparación con Sosa.

En desventaja, Costas levantó a Racing con los ingresos de Vergara y Adrián Fernández, que provocó el 2-2 con un remate que se desvió en Martínez Quarta. River tembló, otra vez se le empezó a poner cara de derrota. Y se dejó arrollar en el 3-2 en el descuento. Un instante que fue una foto de su año: indolente, inexpresivo, derrotista, depresivo. Depende de que Argentinos o Boca salgan campeón para ingresar en la Copa Libertadores. Incapaz de valerse por sí mismo, necesita de la caridad de los demás.Sobre la hora y en un partido repleto de giros inesperados, Racing eliminó a River y armó una fiesta inolvidable en el Cilindro

/José Pablo Verdugo