El Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, a través del Canciller Alberto van Klaveren, emitió un comunicado oficial en el que detallaba la decisión del Presidente Gabriel Boric de presentar una nota de protesta formal ante el gobierno de Colombia. Esta acción diplomática surge como respuesta directa a las declaraciones públicas del Presidente Gustavo Petro en la plataforma X, donde equiparó al Presidente electo de Chile, José Antonio Kast, con el fascismo y lo vinculó retóricamente con el legado de Augusto Pinochet y Adolf Hitler. En su réplica, la Cancillería chilena calificó estas expresiones como «una falta de respeto y una intromisión impropia en asuntos de política interna», argumentando que dichos comentarios no solo ofenden a la autoridad electa, sino que también desacreditan la decisión soberana del pueblo chileno y la solidez institucional de su democracia.
Este episodio representa el punto álgido de un deterioro progresivo en la relación bilateral, marcando una distancia insalvable respecto a las expectativas iniciales de alianza estratégica que Boric proyectó hacia Petro durante su periodo como Presidente electo. En enero de 2022, Boric identificaba al entonces candidato colombiano, junto a Lula da Silva y Luis Arce, como parte de un «eje tremendamente interesante» para la cooperación regional. No obstante, la convergencia ideológica que se vislumbraba pronto cedió ante divergencias profundas en los estilos de gobierno, las prioridades políticas y los alineamientos internacionales.
El análisis de esta fractura debe considerar varios hitos críticos. En 2024, una nota de protesta previa fue cursada tras las declaraciones de Petro cuestionando la independencia del poder judicial chileno al exigir la liberación del alcalde Daniel Jadue, detenido por cargos de fraude fiscal. Aunque el gobierno chileno declaró superado el incidente, la negativa de Petro a retractarse públicamente de sus afirmaciones sentó un precedente de fricción institucional. Estas desavenencias se extienden a visiones opuestas sobre la integración regional, donde la propuesta de Petro de relanzar la Unasur como principal foro encontró escepticismo en Santiago, y a posturas divergentes frente a regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela.
La dimensión personal y diplomática de esta relación tensa se vio further complicada por las revelaciones del entonces Canciller colombiano Álvaro Leyva en 2024. En un testimonio ante una comisión investigadora, Leyva describió una visita de Estado a Chile en enero de 2023 caracterizada por la irregularidad, alegando que Petro se tornó «ilocalizable» y delegó inesperadamente encuentros diplomáticos de alto nivel, además de faltar a un compromiso oficial programado con la Corte Suprema de Chile tras una cena privada. Aunque Petro negó estas acusaciones, el episodio, reportado por medios como La Tercera, contribuyó a pintar un cuadro de una relación operativa disfuncional y de profunda desconfianza personal.
En síntesis, la última nota de protesta no constituye un incidente aislado, sino la cristalización de un distanciamiento estructural. Mientras Petro ha consolidado un liderazgo alineado con la izquierda radical y un discurso de confrontación contra lo que percibe como resabios autoritarios, Boric ha tenido que moderar su programa ante realidades políticas domésticas y ha buscado afinidades externas con figuras de la socialdemocracia liberal como Pedro Sánchez y Justin Trudeau. Así, la relación chileno-colombiana se erige como un microcosmos de las tensiones y realineamientos que definen la política latinoamericana contemporánea, donde las afinidades ideológicas iniciales pueden sucumbir ante la soberanía nacional, los estilos de liderazgo antagónicos y la defensa de los marcos institucionales domésticos frente a lo que se interpreta como injerencia externa.
- Esta noticia fue redactada utilizando los adelantos técnicos propios de este sitio web. Se acepta cualquier reproducción en otro medio, ojalá citando la fuente:www.eldiariodesantiago.cl
/gap



