La cloaca es algo infesto, indeseable, algo que nadie quiere ver. Es el lugar que acumula los desechos humanos. A veces esta se filtra a la superficie y hace que huela mal, muy mal. Es un lugar en lo urbano, necesario; pero en su metáfora, un algo que no debiera existir, pero que existe, ya que el ser humano es de naturaleza caída. Hay quienes optan por el mal de modo libre. Como dice el dicho, “Hay de todo en la viña del Señor” y en todas partes. Hay gente buena y gente mala en cada institución. No hay instituciones corruptas, hay personas corruptas que arrastran a las instituciones, cuando son muchos.
El caso Hermosilla ha escandalizado a Chile. La verdad es que desde los audios dignos de la serie “narcos” o “House of Cards” dejaron evidencia que la realidad supera con creces a la ficción. No sólo los hechos, sino los montos y sin duda, la vulgaridad del lenguaje y la liviandad para referirse a cosas serias. Sin duda este caso corrió la tapa de la cloaca y no sólo salió el mal olor, sino la podredumbre y la infección humana. Corrupción y tráfico de influencias a nivel pornográfico. La tapa de la cloaca saltó, no porque alguna institución “hiciese la pega”. Acá nadie hizo la pega, porque seguro muchos estaban “mojados”.
El tema se destapa cuando “Leonarda”, la que no le hace honor a su nombre por lo poco virtuosa, temiendo por sus “inversiones” en temas “truchos”, grabó una conversación “coloquialmente mortal”. Esta se filtró y desató el caso Factop con presos de por medio y el “caso audios” que ya va en varios delitos tributarios, soborno y lavado de activos. Desde hace mucho, varios temían los audios del “celular explosivo” y sin duda, estos han detonado y comenzado a salpicar a varios. Es un asco y sin duda el deseo y la justicia es “darles a cada uno lo que es de propio suyo” y varios merecen prisión. Sean quienes sean.
Desde hace tiempo lo correcto abandonó la mente de muchos chilenos. La corrupción no sólo penetró las altas esferas como algunos intentan instalar, sino que a la sociedad como un todo. El camino fácil no es necesariamente el camino correcto. Y muchos prefieren ese camino antes de tener que esforzarse. Pensemos en la cantidad de licencias falsas que se entregan en Chile. Tal vez seamos el país más “trucho” en este sentido. “Tirar” una licencia falsa es robar. No minimicemos lo que no es mínimo. Como puede ser posible que los funcionarios públicos tengan en promedio sobre un mes de licencias, eso sólo explicaría que son incompatibles con el trabajo. Sin duda ese promedio no es real. Por tanto, mentir y robar se ha hecho algo común que algunos intentan justificar con la idea “mi trabajo es muy exigente” y otras voces, calman la conciencia, sentido de culpa, de un algo que es malo objetivamente.
¿Desde cuándo somos “chantas” en lo menos de modo permanente? Los alumnos justifican copiar en las pruebas y eso es robar. Los empleados de las empresas públicas y privadas piden fondos a rendir y comen lo más caro y hacen “fiesta” con la plata ajena. Eso también es robar. Se minimiza lo que no debiera estar minimizado, porque quien puede lo menos, siempre puede lo más. El caso Hermosilla es la muestra de cómo las malas costumbres y el relativismo moral con poder, termina en lo grande. Como decía Lord Acton “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y sin duda estos “guatones” poderosos se creían infalibles. Hermosilla no tiene color político, buscaba dinero de donde fuera. Fue militante comunista, su hermano, Juan Pablo se decreta hombre de izquierda y un “luchador” contra poderosos y contra la Iglesia. No en vano usaron los dramas humanos para, desde la Fundación para la confianza, atacar a sus “enemigos”. “Salpicar” ha sido siempre su método. Fueron abogados de Bachelet, Piñera, Chadwick y Crispi, de todos. “Cualquier micros les servía”, por lo que intentar rotular a las “amebas” ha sido siempre difícil o imposible. No tienen ni Dios, ni ley y lo único sagrado para ellos es el dinero. No respetan nada, ni a nadie. Manipulan y urden.
Ahora que la cloaca se abrió es el momento de limpiar. Es una oportunidad para enmendar el camino, sin oportunismo político. Con coherencia. Chile hace mucho justifica lo injustificable por la teoría del empate. “Me toca robar a mí”. Hoy es el tiempo del castigo y ojalá sea hasta las últimas consecuencias. Aquí y en los casos Fundaciones y otros. Como decía el Cardenal Francisco de Cisneros en la pre reforma española en relación a la limpieza de la Iglesia, “que queden pocos, pero que sean buenos”.
Es el momento de desmalezar y limpiar. Es el momento de aclarar conceptos y decir fuerte: “Robar es malo hoy y siempre”. Desde la cloaca abierta juntos debemos gritar: “No más corrupción”.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero
/psg