Tormentas de arena y megaciclones capaces de convertir la carne y los huesos en polvo en cuestión de minutos, un paisaje rocoso y árido de color rojizo donde la vegetación y el agua escasean, largas horas de calor extremo que hacen insoportable la vida humana en el exterior. Cuando Frank Herbert ideó el planeta de Arrakis para su serie de libros de ciencia ficción Dune, antepuso una cosa sobre todas las demás: la verosimilitud.

Para ello ambientó su historia en un mundo rico en detalles en el que podríamos imaginarnos deambulando. Creó civilizaciones, religiones y hasta una compleja economía que sostuviera toda esa sociedad estrambótica. Pero lo que hizo que Dune pasara a la historia como un libro de referencia es la precisa descripción de su paisaje, el vasto mundo donde ocurren todos los acontecimientos, con sus ciudades, su propia geografía, geología e incluso meteorología.

Lo hizo además en 1965, dos años antes de que el ganador del Nobel Syukuro Manabe publicara su primer modelo climático fundamental, y cuando aún no existían las actuales supercomputadoras modernas de simulación. Creó todo un mundo de la nada. Uno para nada descabellado. Arrakis en realidad podría existir ahí fuera. Y ahora tenemos las pruebas para afirmarlo.

«Imaginar la vida en un mundo tan diferente al nuestro es una de las cosas más apasionantes de las novelas de ciencia ficción. Pero Herbert dio una descripción muy detallada del planeta desértico Arrakis y construyó lo que en realidad es un planeta factible en el mundo real», explica a El Confidencial Sebastian Steinig, científico y modelador climático de la Universidad de Bristol. Hace unos años, él y sus amigos se propusieron simular el planeta de Arrakis y su clima en un ordenador. Para ello, modificaron un modelo utilizado para la investigación de exoplanetas y lo aplicaron al planeta que presenta Dune. Descubrieron algo inesperado: los humanos podrían vivir allí.​ En este enlace puedes consultar la simulación que realizaron y filtrar varios parámetros climáticos.

Modelo climático de Arrakis en un programa de simulación. (Alex Farnsworth, Michael Farnsworth y Sebastian Steinig)
Modelo climático de Arrakis en un programa de simulación. (Alex Farnsworth, Michael Farnsworth y Sebastian Steinig)

«En nuestro trabajo, a diario utilizamos modelos informáticos para comprender mejor el clima y los ecosistemas de hace millones de años en nuestro planeta, cuando los continentes tenían posiciones completamente diferentes. Fue algo natural para nosotros acercarnos al interesante mundo de Arrakis de la misma manera que abordamos el pasado geológico todos los días, simulando su clima en una supercomputadora», señala Steinig.

Lo que comenzó como un pasatiempo se convirtió en la creación de todo un modelo climático de un planeta ficticio. Lo primero, tal y como se hace en los programas informáticos de predicción del clima, era decidir las leyes físicas por las que se rige dicho planeta e introducir la información y los datos de toda la geografía: desde la forma de las montañas hasta la fuerza del viento. Para Arrakis decidieron mantener la misma física que gobierna aquí en la Tierra: «Nuestra suposición fundamental es que estas leyes no cambian en el tiempo y el espacio. Esto nos permite comprender mejor los cambios en los climas y buscar vida potencial en otros planetas. Sólo necesitábamos saber cuán lejos está el planeta de su estrella, de qué se compone su atmósfera y saber cómo se ve la superficie».

Para ello, introdujeron en su modelo climático una cantidad enorme de detalles sobre Arrakis que se mencionan en las novelas y las películas. Por ejemplo, información sobre su topografía y su órbita circular, similar a la Tierra. También datos sobre de qué está formada su atmósfera, con menos dióxido de carbono que la nuestra (350 partes por millón, o ppm, frente a nuestras 417 ppm).

La mayor diferencia con respecto a nuestro planeta era la concentración de ozono. En la Tierra la cantidad es mínima, alrededor del 0,000001%. En Arrakis es del 0,5%. Y ahí es donde cambia mucho la cosa. Este potente gas de efecto invernadero es 65 veces más potente para calentar la atmósfera que el dióxido de carbono cuando se mide durante un período de 20 años. Arrakis tendría una atmósfera mucho más cálida.

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Para los humanos podría ser tóxico, casi mortal si vivieran en tales condiciones. Así que la gente de Arrakis probablemente tendría que depender de la tecnología para eliminar el ozono del aire. Aunque también podría ayudar a proteger el planeta de la poderosa radiación de su estrella, Canopus (una estrella que también existe en el mundo real, visible en el hemisferio sur y una de las más brillantes del cielo). Si Arrakis fuera real, estaría ubicado tan lejos de Canopus como Plutón está del Sol. El problema es que Canopus es una megaestrella cuya temperatura roza los 7.200°C, mucho más caliente que el sol.

Temperaturas extremas, pero habitables

Tras haber introducido todos los datos de los que los científicos disponían, necesitaron una supercomputadora enorme para realizar los miles de cálculos necesarios para simular Arrakis. «Estos modelos constan de cientos de miles de líneas de código y deben ejecutarse en cientos de procesadores al mismo tiempo. Así que necesitábamos algo más grande que un simple portátil. Afortunadamente, la Universidad de Bristol nos ofreció un potente centro informático con varios superordenadores con miles de procesadores y grandes cantidades de espacio en disco para procesar los datos», explica Steinig. En total, necesitaron tres semanas para que esos procesos se ejecutaran. Pero la espera valió la pena.

A los científicos les sorprendió que el resultado era bastante similar a la descripción de los libros y las películas, que describen un planeta con un sol abrasador y tierras cubiertas por dunas de arena y roca. En el modelo de los científicos, los meses más cálidos del planeta alcanzan los 45°C, mientras que en los meses más fríos no bajan de 15°C. Similar al clima de la Tierra. Pero en las latitudes medias y las regiones polares los veranos alcanzan los 70°C. Y los inviernos son igual de extremos, de hasta -75°C. «Vivir en estas regiones sería como pasar los veranos en el desierto y los inviernos en la Antártida. Las regiones tropicales estarían mejor preparadas para sostener una civilización», apunta el científico.

Topografía del planeta Arrakis, de los libros de 'Dune'. (Alex Farnsworth, Michael Farnsworth y Sebastian Steinig)
Topografía del planeta Arrakis, de los libros de ‘Dune’. (Alex Farnsworth, Michael Farnsworth y Sebastian Steinig)

Las ciudades ficticias del libro, Arrakeen y Carthag, serían las más afectadas por el clima extremo, tanto por calor como por frío, con temperaturas más violentas que las de Siberia en la Tierra. También sorprende que, aunque las novelas dicen que no llueve en Arrakis, este modelo sugiere que se producirían precipitaciones reducidas en montañas y mesetas en las latitudes más altas en verano y otoño. De igual manera, aunque los libros indican que existen casquetes polares, los científicos sugieren que las temperaturas de verano serían tan altas que derretirían el hielo polar y no habría nevadas para reponerlos.

¿Cómo vivirían los humanos?

No en la intemperie, eso seguro, pues los vientos huracanados azotarían de forma brutal y constante los asentamientos, formando dunas de hasta 250 metros de alto. Aunque eso no extinguiría la vida humana siempre y cuando dispusieran de la tecnología necesaria para traer comida y agua a las ciudades. Y siempre suponiendo que la piel de las personas con apariencia humana que aparecen en las películas, como los personajes interpretados por Timothée Chalamet y Zendaya, comparten las mismas características térmicas que los humanos reales.

Aunque lo que sí se haría prioritario es el uso de ropa como la que se presenta en los libros, los llamados “destiltrajes”, que permiten mantener la temperatura corporal de las personas y la humedad procedente del sudor, la orina y la respiración para proporcionar agua potable. Algo esencial dado que en este planeta la lluvia escasea y no hay apenas masas de agua visibles. «Los humanos probablemente no prosperarían, pero podrían sobrevivir en Arrakis. Todo es cuestión de cuánta comodidad estarían dispuestos a sacrificar. Lo que está claro es que sería una lucha constante contra los elementos, ya que nuestros cuerpos no son capaces de soportar esas temperaturas extremas por sí solos. Tecnologías como los “destiltrajes” podrían ayudar a regular la temperatura y la humedad, pero el área en la que la gente podría vivir de manera realista sería definitivamente mucho más pequeña que en la Tierra», comenta Steinig.

Fotograma de la película de Denis Villeneuve, 'Dune'.
Fotograma de la película de Denis Villeneuve, ‘Dune’.

Si los humanos podrían apañárselas para sobrevivir al clima, lo que seguro no podrían hacer es defenderse de los otros residentes de este planeta: los enormes gusanos de arena. Pero estos sí que no serían posibles en la biología del mundo real, según apunta el paleontólogo de vertebrados Patrick Lewis, de la Universidad Estatal Sam Houston en Texas (EEUU), en este artículo de Science News. Con una longitud de 400 metros, serían casi 10 veces más largos que los dinosaurios más grandes, algo imposible para un animal con un cuerpo largo, como un gusano o una serpiente.

Según el científico, contarían con dos problemas importantes: el oxígeno y la gravedad. Cuanto más grande sea el animal, más difícil sería llevar oxígeno a sus órganos internos. Además, si tuvieran huesos y músculos, aunque podrían ser más grandes y más fuertes, estarían limitados por la gravedad. Las ballenas se mantienen porque viven en el agua donde flotan, pero eso en la superficie no ocurre.

Lo que más se acerca de nuestro planeta a esos gusanos son los Zygaspis africanos, que pueden resistir temperaturas de 45°C en el desierto de Kalahari, ya que son pequeños y pueden liberar el calor. Y sobreviven porque son justo eso, pequeños (30 centímetros de largo y 7 milímetros de grosor).

Con gusanos depredadores o no, Arrakis sigue siendo un planeta ficticio fascinante, mucho más parecido a la Tierra de lo que pensamos y que incluso podría existir ahí fuera, en algún lugar remoto del universo. Con seres prosperando en condiciones climáticas extremas. Un mundo no tan diferente de lo que podría ser nuestro planeta en un futuro no tan lejano.

/psg