El ayuno intermitente es, tal vez, la gran estrella de las dietas más populares. Lleva años en el candelero, y la mejor evidencia de que no se trata de una dieta milagro es la enorme cantidad de artículos científicos que ha generado (126.000, arroja Google Académico). Tiene multitud de beneficios, desde promover la pérdida de peso a contribuir a una mayor longevidad; aunque, sobre todo, lo más destacado por los investigadores es su efecto protector frente a enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, este argumento podría tener los días contados a raíz de lo encontrado por un equipo de investigadores de la Universidad Jiao Tong de Shanghái que apunta todo lo contrario: la modalidad de ayuno intermitente más seguida, la 16:8 (la que concentra la ingesta de alimentos total del día en 8 horas), aumenta un 91% el riesgo de morir por una enfermedad cardiovascular (por tanto, tampoco aumenta la longevidad). El hallazgo se ha conocido en la reunión anual de la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA), que tiene lugar esta semana en Chicago, a la que se presentan los avances científicos sobre salud y bienestar de la población y sus implicaciones para el estilo de vida.
Para el trabajo, los investigadores, que querían determinar el impacto a largo plazo de seguir un plan de alimentación restringido de 8 horas, revisaron la información sobre los patrones dietéticos de los participantes en las Encuestas Nacionales de Salud y Nutrición de Estados Unidos de los años 2003 a 2018 y los compararon con los de las personas fallecidas desde 2003 hasta diciembre de 2019 registradas en la base de datos del índice de defunción
Los científicos encontraron, además de ese 91% más riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, que el mayor peligro lo tenían las personas con problemas cardiocirculatorios o cáncer. El ayuno 16:8 no redujo el riesgo general de muerte por cualquier causa, y comer más de 16 horas al día se asoció a menos riesgo de muerte por cáncer en personas con tumores.
Hallazgos iniciales, comprobación posterior
Victor Wenze Zhong, Ph.D., profesor y presidente del departamento de epidemiología y bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad de Shanghái, advierte de que los afectados por enfermedades cardiacas o cáncer deben conocer el peligro que entraña concentrar la comida en 8 horas. “Los hallazgos de nuestro estudio alientan un enfoque más cauteloso y personalizado de las recomendaciones dietéticas, asegurando que estén alineadas con el estado de salud de un individuo y la evidencia científica más reciente”, defiende, al tiempo que matiza que la asociación encontrada en el estudio “no significa que comer en tiempo restringido cause la muerte cardiovascular”.
Los autores admiten limitaciones en el trabajo, especialmente que la información dietética autoinformada puede verse afectada por la memoria o el recuerdo del participante y puede no evaluar con precisión los patrones alimentarios típicos. En el análisis no se incluyeron factores que también pueden influir en la salud, aparte de la duración diaria de las comidas y la causa de la muerte.
Por esto, los científicos se han propuesto que los estudios futuros examinen los mecanismos biológicos que subyacen a las asociaciones entre un horario de alimentación restringido y resultados cardiovasculares adversos, y verificar si estos hallazgos son similares para las personas que viven en otras partes del mundo.
Los especialistas reaccionan
Las reacciones no se han hecho esperar. “En general, este estudio sugiere que comer con un tiempo restringido puede tener beneficios a corto plazo, pero efectos adversos a la larga”, opina el profesor Christopher D. Gardner, de la Universidad de Stanford y presidente del comité de redacción sobre patrones dietéticos de la AHA, aunque hay que aclarar ciertos detalles, como “la calidad de los nutrientes de las dietas típicas de los diferentes subconjuntos de participantes. Sin esta información, no se puede determinar si la densidad de nutrientes podría ser una explicación alternativa a los hallazgos, que actualmente se centran en la ventana de tiempo para comer. En segundo lugar, es necesario enfatizar que la categorización en las diferentes ventanas de alimentación con restricción de tiempo se determinó sobre la base de solo dos días de ingesta dietética”.
| «Quizás sea más importante qué comes y tu estilo de vida que si ingeriste toda tu comida en menos de 8 horas en dos días en la última década»
Duane Mellor, dietista y profesor en la Universidad de Aston (Reino Unido), resta credibilidad al resultado porque, afirma, «carece del detalle de un artículo completo como para poder evaluar la calidad de la investigación”. En declaraciones a la agencia Science Media Centre (SMC), matiza que “no está claro si incluyó el patrón de dieta saludable o incluso lo que comieron las personas. Dado que la información es limitada, no está claro a partir de la información disponible si se consideraron variables como fumar, la actividad física y el consumo de alcohol”. Y lanza un mensaje apelando a la prudencia: “Debemos tener mucho cuidado de no generar titulares e historias preocupantes basadas en información tan limitada. Quizás sea más importante qué comes y tu estilo de vida en general que si ingeriste toda tu comida en menos de 8 horas en dos días en la última década».
Keith Frayn, catedrático de metabolismo humano de la Universidad de Oxford, justifica la importancia del trabajo presentado en la reunión de la AHA porque “necesitamos estudios a largo plazo sobre esta práctica”, aunque, como los otros portavoces, apunta que falta información sobre los pesos iniciales de los participantes o sus valores de tensión arterial o de colesterol.
Una posible explicación a esa relación entre el ayuno intermitente y el mayor riesgo de muerte cardiovascular la ofrece Tom Sander, profesor de nutrición del King’s College, para quien, según la evidencia, probablemente sea mejor distribuir la ingesta de alimentos a lo largo del día, pequeñas pero frecuentes, en lugar de consumir comidas grandes en un periodo más corto. Esto se debe a que se producen aumentos grandes en las grasas y glucosa en sangre después de comidas abundantes, que pueden alterar la función endotelial y aumentar el nivel de factores de coagulación en sangre, particularmente el factor VII, y los niveles de colesterol.
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