Un equipo de astrónomos ha logrado seguir, con un nivel de detalle sin precedentes gracias al telescopio James Webb, el proceso por el cual una estrella ha engullido a uno de sus planetas. Este fenómeno, que ha sido llamado ZTF SLRN-2020, se ha convertido en la mejor evidencia hasta la fecha sobre cómo termina la vida de los mundos que orbitan demasiado cerca de su estrella.
El suceso tuvo lugar a unos 12.000 años luz de distancia y fue observado a través de un programa especial de observación de oportunidad. Estas iniciativas permiten activar las capacidades del James Webb para captar eventos inesperados, como explosiones estelares o transformaciones súbitas en sistemas planetarios.
Plot twist!
Astronomers thought this was the story of a star that expanded and engulfed its planet, but Webb data revealed a different means to the planet’s end. Its orbit actually shrunk over millions of years, drawing it closer and closer to the star! https://t.co/OaXXxCWdk6 pic.twitter.com/40iXS30Y8E
— NASA Webb Telescope (@NASAWebb) April 10, 2025
Al contrario de lo que se creía, la estrella no creció hasta envolver al planeta. Los instrumentos MIRI y NIRSpec han demostrado que el planeta, cuyas características permiten equipararlo con Júpiter dentro de nuestro sistema solar, fue cayendo progresivamente en una órbita cada vez más cercana, hasta colisionar con la estrella tras millones de años de descenso orbital.
Una muerte planetaria silenciosa
El interés del suceso radica en que, teóricamente, la Tierra podría tener un final parecido dentro de miles de millones de años, cuando el Sol agote su combustible. “Con su capacidad para observar en el infrarrojo, el telescopio nos permite comprender mejor el destino de los sistemas planetarios, posiblemente incluido el nuestro”, explicó Ryan Lau, investigador del NOIRLab de la National Science Foundation.
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El planeta orbitaba a una distancia menor que la de Mercurio respecto al Sol. Esa proximidad desencadenó un fenómeno de fricción atmosférica y arrastre que acabó por llevarlo directamente hacia el interior de la estrella. Durante ese proceso, el material planetario comenzó a rodearla en forma de disco brillante. Así lo aseguró Morgan McLeod, astrofísico de Harvard y coautor del estudio.
Una ventana a nuestro propio futuro
El impacto generó una nube de gas que posteriormente se condensó en polvo frío. El James Webb ha permitido además detectar la presencia de un disco interno de gas caliente con moléculas como el monóxido de carbono. Los resultados obtenidos han sido publicados en la revista The Astrophysical Journal y marcan un hito en el estudio de la evolución de los sistemas estelares.
Este caso concreto podría ofrecer pistas directas sobre el futuro del sistema solar. Cuando el Sol consuma el hidrógeno de su núcleo, sus características cambiarán drásticamente. Si la Tierra permanece en una órbita lo suficientemente cercana, pero sin llegar a ser engullida, podría seguir el mismo camino que el planeta observado.
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