Los astrónomos llevan tiempo intentando entender el origen y la función de unas colosales estructuras filamentosas que hay en las galaxias. Sus observaciones más recientes les han llevado a descubrir que una de estas estructuras cósmicas en el corazón de la Vía Láctea está fracturada. Al analizar las causas de la rotura, han descubierto que ese punto exacto donde está la fractura es también el origen de unas extrañas señales de radio.

Estas misteriosas megaestructuras se conocen coloquialmente como ‘huesos’ y pueden alcanzar un tamaño de cientos de años luz. Según los investigadores, estos filamentos no están formados por materia ordinaria como gas o polvo, sino por electrones de alta energía que se mueven a velocidades cercanas a la de la luz y que giran en espiral alrededor de campos magnéticos.

Estos ‘huesos’ conectan los brazos espirales de las galaxias y favorecen la creación de estrellas. Son como el esqueleto de la galaxia, pero en lugar de ser estático es dinámico y cambia de forma.

Los investigadores han observado que uno de estos’ huesos’ en el centro de la Vía Láctea está roto y que de la fractura surgen señales de radio y rayos X. Ahora, recientes observaciones realizadas con los datos de los radiotelescopios como el VLA (Very Large Array) y el radiotelescopio MeerKAT y del Observatorio de rayos X Chandra de la NASA pueden explicar por qué.

Qué ha pasado

El ‘hueso’ en cuestión se llama G359.13, aunque los astrónomos lo han bautizado coloquialmente como ‘serpiente cósmica’. Esta estructura se encuentra a unos 26.000 años luz de la Tierra y tiene 230 años luz de longitud.

Los datos del Chandra y MeerKAT recabados por los investigadores muestran la presencia de un púlsar —una estrella de neutrones remanente de la muerte explosiva de una estrella masiva que gira a gran velocidad— en el lugar de la fractura, más o menos a la mitad de la longitud del G359.13. Los científicos creen que este púlsar chocó contra el filamento a una velocidad de entre 1.600.000 y 3.200.000 kilómetros por hora.

El impacto no solo rompió la ‘serpiente’, sino que también dejó tras de sí un rastro de partículas energizadas que aparecen como puntos azules de rayos X en las imágenes del Chandra, dicen los investigadores.

«La colisión distorsionó el campo magnético del filamento, provocando que la señal de radio también se deformara», explica el equipo en un artículo publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Se cree que los electrones y sus homólogos de antimateria, los positrones, acelerados a altas energías, son una fuente adicional de estas señales.

El esqueleto de la Vía Láctea

Estos filamentos de la Vía Láctea son esenciales para la formación estelar, pero el nuevo descubrimiento demuestra que también son frágiles y más dinámicos de lo que se pensaba. La interacción entre campos magnéticos, gas frío y partículas energéticas hace que estas estructuras sean a la vez resistentes y vulnerables y pueden verse alteradas por sucesos extremos como las colisiones de púlsares.

Estas nuevas observaciones dan una idea de la complejidad de los procesos energéticos que tienen lugar cerca del núcleo de nuestra galaxia. Aunque, el equipo reconoce que aún hacen falta más observaciones de la ‘serpiente’ para confirmar el rol del pulsar en la fractura y la consiguiente emisión de señales.

La sensibilidad de instrumentos como VLA, el MeerKAT o el Chandra ayudarán a los investigadores a estudiar en detalle este esqueleto oculto de nuestra galaxia y a explicar las extrañas formas de algunos de los filamentos. También servirán para entender cómo las galaxias construyen las densas nubes que dan origen a las estrellas.

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