Durante décadas, el Triángulo de las Bermudas ha sido sinónimo de misterio, teorías extraterrestres, portales interdimensionales y desapariciones inexplicables. Sin embargo, un nuevo enfoque científico apunta a una explicación mucho más racional —y peligrosa—: olas gigantes de más de 30 metros, capaces de partir barcos en dos y hundirlos en cuestión de minutos.
Así lo sostiene el Dr. Simon Boxall, oceanógrafo de la Universidad de Southampton, quien junto a su equipo ha estudiado en profundidad el fenómeno. “Son empinadas y altas; hemos medido olas de más de 30 metros”, afirmó el experto, desmontando décadas de especulación y ubicando el fenómeno dentro de la oceanografía moderna.
Una región propensa a tormentas extremas
Ubicado entre Florida, Puerto Rico y Bermudas, el Triángulo ha ganado notoriedad desde 1918, cuando el USS Cyclops, un buque estadounidense con 306 tripulantes, desapareció sin dejar rastro. A lo largo del siglo, el área ha sido el epicentro de múltiples desapariciones, alimentando teorías sobrenaturales y conspirativas.
Pero según el Dr. Boxall, la explicación está en la convergencia de tormentas procedentes de diferentes direcciones, lo que genera olas colosales, conocidas como “rogue waves” o olas monstruo. Estas olas surgen repentinamente, incluso en condiciones aparentemente calmas, y pueden impactar desde ángulos inesperados, atrapando a los barcos en situaciones críticas.
Simulaciones revelan vulnerabilidad de los barcos
Los investigadores de Southampton construyeron un modelo a escala del USS Cyclops y simularon su comportamiento frente a una ola extrema. El resultado fue contundente: un barco con estructura plana y gran peso puede quedar suspendido entre dos picos de ola y, bajo esa presión, partirse en dos.
“El tamaño de la nave solo multiplica el desastre, no lo evita”, advierte Boxall, explicando por qué incluso los grandes buques pueden hundirse de forma súbita, sin tiempo para emitir señales de socorro. Este escenario podría explicar la desaparición repentina del Cyclops, así como la de otras embarcaciones y aeronaves, como el famoso Vuelo 19.
Una amenaza real, aunque no exclusiva del Triángulo
Aunque el fenómeno de las rogue waves ya ha sido documentado en otras partes del mundo, la geografía particular del Triángulo de las Bermudas —con múltiples corrientes, clima cambiante y tormentas frecuentes— lo convierte en un punto caliente para su formación.
Estas olas pueden aparecer sin advertencia, y debido a la combinación de vientos cruzados, corrientes opuestas y tormentas simultáneas, se convierten en una amenaza para la navegación militar y comercial.
El misterio, más mito que realidad
Sin embargo, no toda la comunidad científica está convencida de que el Triángulo de las Bermudas sea un lugar excepcionalmente peligroso. Organismos como la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y la aseguradora Lloyd’s of London han publicado estudios donde concluyen que la tasa de incidentes en esta región está dentro del promedio mundial.
Según estos análisis, el entorno geográfico complejo, con numerosas islas, bancos de arena y aguas poco profundas, explica muchos accidentes sin necesidad de recurrir a fenómenos paranormales. Además, el alto volumen de tráfico marítimo y aéreo en la zona también aumenta naturalmente la probabilidad de siniestros.
Ciencia vs. leyenda: el fin del mito del Triángulo
La hipótesis de las olas monstruo representa un giro importante en la narrativa del Triángulo de las Bermudas. Al ofrecer una explicación científica, comprobable y reproducible, el Dr. Boxall y su equipo podrían estar cerrando un capítulo de mitos y misterios que ha perdurado durante más de un siglo.
Si la comunidad científica termina por adoptar esta teoría como la principal causa de los incidentes en la zona, el aura de misterio se desvanecerá, dejando solo mal clima, mala suerte y errores humanos como factores determinantes.
Aun así, la leyenda persiste en la cultura popular, impulsada por décadas de titulares sensacionalistas, documentales y programas que han convertido al Triángulo en una suerte de “zona maldita” para la imaginación colectiva.
Y como concluye el artículo, el mito solo sobrevivirá entre quienes también creen en conspiraciones de tierra plana, estelas químicas y demás “chupapiedras” del mundo moderno.
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