En una inusual y contundente muestra de consenso, los máximos representantes de las Fuerzas Armadas elevaron una voz de alerta ante la Segunda Subcomisión Mixta de Presupuesto, exponiendo una crisis de financiamiento que trasciende lo operativo y comienza a erosionar sus capacidades estratégicas de largo plazo. Las intervenciones del comandante en jefe del Ejército, Javier Iturriaga, seguidas por las del almirante Fernando Cabrera (Armada) y el general del aire Hugo Rodríguez (FACH), no solo delinearon un escenario de déficit inmediato, sino que plantearon una disyuntiva fundamental sobre el rol y la proyección de la defensa nacional.

El núcleo del problema: Una restricción estructural

El origen de la crisis se sitúa en los recortes aplicados al subtítulo 21 del presupuesto 2025, ítem destinado fundamentalmente a las remuneraciones del personal. Iturriaga reveló que el Ejército enfrenta un déficit de $16.000 millones, una cifra que ha obligado a la institución a implementar medidas de ajuste fiscal. Sin embargo, la advertencia va más allá de una mera cifra: se trata de un síntoma de lo que los comandantes en jefa describen como una financiación crónicamente insuficiente. El almirante Cabrera precisó que durante los últimos seis años, la Armada ha operado con un presupuesto de «continuidad», suficiente apenas para «cumplir una tarea mínima, la esencial, la básica».

Consecuencias tácticas y estratégicas: El costo real del ahorro

Las declaraciones de los líderes castrenses detallan un preocupante trade-off entre el equilibrio presupuestario inmediato y la capacidad operativa futura:

  1. Deterioro de la capacidad operativa: La Armada admitió haber reducido drásticamente sus tareas fundamentales—mantenimiento, fiscalización y operaciones—como medida para «no despedir gente». Esta estrategia, si bien salva el año fiscal, acumula un pasivo oculto en forma de equipos sin mantenimiento adecuado y horas de operación perdidas.

  2. Fuga de capital humano: El general Rodríguez de la FACH fue más allá, revelando que la «estrechez significativa» les impidió reponer el personal que ha dejado la institución. Esto no es un simple recorte, sino un desangre progresivo de expertise y experiencia, un activo intangible crítico para cualquier fuerza técnica.

  3. Compromiso de la proyección internacional: Fuentes al tanto de la discusión presupuestaria señalan que el siguiente frente de recorte sería el subtítulo 22, destinado a los agregados militares en el exterior. Una disminución aquí tendría un impacto directo en la diplomacia de defensa, debilitando las relaciones bilaterales y complicando procesos clave como la adquisición de material bélico.

Un mensaje unificado y un emplazamiento al poder político

La secuencia de las intervenciones no fue casual. Configuró un mensaje coordinado y escalonado, donde cada comandante reforzaba y profundizaba la advertencia del anterior. Desde la declaración cruda de Iturriaga —»no estamos en condiciones de terminar el año»— hasta el análisis de las consecuencias estructurales por parte de Cabrera y Rodríguez, el testimonio conjunto constituye un emplazamiento claro al Parlamento y al Ejecutivo.

Las Fuerzas Armadas no solo están pidiendo más recursos para 2026, sino que están demandando un debate de fondo sobre el nivel de ambición que el país tiene para su defensa y su rol en el concierto internacional. La pregunta que queda flotando es si la clase política está dispuesta a asumir la responsabilidad de una potencial degradación de las capacidades castrenses a cambio de un equilibrio fiscal de corto plazo.

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