El 25 de noviembre de 2024, una carta enviada desde Chile al Comité Noruego del Nobel marcó el inicio de un proceso que hoy tiene implicancias políticas en buena parte del continente. Firmada por el exembajador José Rodríguez Elizondo, el analista Sergio Muñoz Riveros y la intérprete María Alicia Ruiz-Tagle, y patrocinada por figuras como Eduardo Frei y los ex cancilleres Alfredo Moreno y Soledad Alvear, aquella carta proponía formalmente la candidatura de María Corina Machado al Premio Nobel de la Paz.

Un mes más tarde, la postulación fue aceptada. Y el viernes pasado, el Comité Noruego del Nobel otorgó el galardón a la líder de la disidencia venezolana, sellando con ello un reconocimiento internacional a su resistencia frente al régimen de Nicolás Maduro, pero también encendiendo nuevas tensiones en la política latinoamericana.


Un reconocimiento global y una fractura regional

El anuncio desató una ola inmediata de felicitaciones por parte de diversos líderes mundiales. El presidente argentino Javier Milei, el francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz saludaron el reconocimiento a Machado como un símbolo de la lucha democrática en América Latina.

Sin embargo, la reacción no fue unánime. Desde la izquierda regional emergió una oleada de críticas que, más que discutir el mérito del premio, buscaron deslegitimar a su destinataria. En Caracas, Nicolás Maduro la descalificó con duros epítetos, mientras el presidente cubano Miguel Díaz-Canel calificó de “vergonzoso” que se entregara el Nobel “a una persona que instiga a la intervención militar en su patria”.

En México, la recién asumida Claudia Sheinbaum evitó pronunciarse —“Paso”, dijo escuetamente—, y en Brasil O Globo destacó el silencio de Lula da Silva y del Itamaraty, la cancillería brasileña, respecto al galardón. El propio Partido de los Trabajadores (PT) ha sido crítico de Machado, y Lula no la recibió durante su visita a Brasil en 2024.


El silencio chileno y la tensión en el oficialismo

En Chile, la entrega del Nobel también generó incomodidad. A cuatro días del anuncio, el Presidente Gabriel Boric no se ha referido públicamente al tema, en contraste con su habitual disposición a comentar contingencias internacionales a través de redes sociales. Consultados por la prensa, en Presidencia indicaron que “el canciller ya se refirió al tema”.

En efecto, el canciller Alberto van Klaveren abordó la noticia en una rueda de prensa el mismo viernes, aunque solo tras ser consultado y sin emitir declaración oficial alguna.

“Hay un régimen dictatorial en Venezuela, y ella ha liderado con gran valentía la lucha política pacífica contra el régimen”, afirmó el ministro.

Las palabras de Van Klaveren fueron leídas como una declaración diplomática de equilibrio: un reconocimiento a Machado sin que ello implicara un quiebre directo con Caracas. Sin embargo, al interior del oficialismo, el Nobel ha agudizado diferencias. Mientras figuras como la ministra Jeannette Jara han defendido públicamente el reconocimiento a la disidente venezolana, sectores del Partido Comunista lo han criticado abiertamente, reeditando una fractura ideológica que el gobierno había intentado mantener contenida.


Antecedentes de una cautela: la diplomacia chilena frente a Venezuela

No es la primera vez que el gobierno de Boric enfrenta tensiones frente al caso venezolano. En enero de 2024, cuando el Tribunal Supremo de Justicia de ese país inhabilitó a Machado para competir en las elecciones presidenciales, la reacción de la Cancillería chilena fue considerada tibia: un comunicado escueto, sin mencionar a Maduro ni a Machado, que buscaba mantener abierta la negociación con Caracas sobre la expulsión de migrantes venezolanos.

Dichas conversaciones, finalmente, no prosperaron. Pero el cálculo político —priorizar la agenda migratoria por sobre la condena a las restricciones democráticas— dejó huella entre los diplomáticos y analistas.

Por eso, el contraste entre el silencio actual y el discurso que el propio Boric pronunció meses después resulta llamativo. El 12 de enero de 2025, tras la detención de Machado, el mandatario expresó abiertamente su posición:

“Desde la izquierda les digo que el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura”, dijo entonces, agradeciendo además el gesto de Machado hacia su defensa de la democracia en Venezuela.


Un premio que redefine posiciones

El Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado ha tenido un efecto mayor que el reconocimiento personal: ha reconfigurado los equilibrios políticos y morales en torno a Venezuela. Su figura, que durante años fue demonizada por regímenes aliados de Caracas, se instala ahora en el centro de la conversación global sobre democracia y derechos humanos.

En Chile y la región, el silencio o la ambigüedad frente a su galardón revelan una incomodidad ideológica: cómo reconciliar la crítica a las dictaduras de derecha del pasado con la denuncia de las violaciones a los derechos humanos bajo gobiernos de izquierda en el presente.

Machado, mientras tanto, se ha convertido —para bien o para incomodidad de algunos— en un símbolo de esa contradicción

  • Esta noticia fue redactada utilizando los adelantos técnicos propios de este sitio web. Se acepta cualquier reproducción en otro medio, ojalá citando la fuente:www.eldiariodesantiago.cl

/gap