La participación de Evelyn Matthei en el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2025 representó un punto de inflexión estratégico en su campaña presidencial, marcando una recalibración forzada de su postura frente a José Antonio Kast y los imperativos de cohesión al interior de la coalición Chile Vamos. La candidata, que había edificado su narrativa reciente sobre el distanciamiento del abanderado republicano —llegando a cuestionar su respeto a los límites del poder y a vincularlo con una «red de bots» que la atacaba— ejecutó en el escenario un giro calculado hacia la conciliación.

Este viraje no fue espontáneo, sino la respuesta a una presión interna creciente y pública dentro de su propia coalición. Críticas como las de la senadora RN Paulina Núñez —quien declaró abiertamente no comprender la negativa de Matthei a respaldar a Kast en un balotaje— o la columna del exministro UDI Claudio Alvarado, que tachó de contraproducente la «ambigüedad en apoyos recíprocos», evidenciaban una fractura táctica. El conflicto se había intensificado con la columna «Parásitos» de Cristián Valenzuela, asesor clave de Kast, cuyo contenido fue interpretado por figuras como el senador Evópoli Luciano Cruz-Coke como un agravio que exigía una explicación. Este contexto de tensión ascendente convertía la cohesión de la oposición en un activo en riesgo.

Frente a este escenario, el desempeño de Matthei en Enade operó sobre dos ejes conciliatorios fundamentales:

  1. La reconciliación performativa: Directamente desde la tribuna, Matthei abordó el conflicto de los bots. Su declaración —»escuché tus explicaciones, acepto tus disculpas. Te perdono y doy vuelta la página»— constituyó un acto político de alto valor simbólico. Más allá de la veracidad de las disculpas o las explicaciones de Kast (quien, notablemente, evitó detallarlas después), el gesto funcionó como un ritual público de cierre de hostilidades, destinado a sanar una herida que comenzaba a ser percibida como «insanable» por algunos sectores de la derecha.

  2. La delimitación ideológica como puente: En un movimiento de igual o mayor peso, Matthei avanzó en el espinoso tema del apoyo en segunda vuelta. Al afirmar que no se veía «votando por una persona que sea continuadora de este gobierno y menos que sea comunista», y al reforzar esto señalando que, «con todo respeto», no votaría por Jeannette Jara, trazó una frontera nítida con la izquierda. Esta delimitación, aunque no mencionaba explícitamente a Kast, establecía un marco de oposición binario donde el único destino lógico para sus votantes, en caso de quedar fuera del balotaje, sería el candidato republicano. Era la forma elíptica pero inequívoca de ceder a las demandas internas sin pronunciar un respaldo directo que pudiera debilitar su propia candidatura en primera vuelta.

La lectura dentro del equipo de Kast interpretó estos gestos no como una concesión voluntaria, sino como el resultado de las «presiones» que Matthei había recibido desde Chile Vamos. No obstante, el efecto buscado —y aparentemente logrado— fue el de «dar vuelta la página a una situación compleja y dolorosa», como el mismo Kast destacó. El encuentro en Enade, por lo tanto, trascendió el debate de propuestas para convertirse en el escenario donde la principal candidatura de la centroderecha tradicional negoció públicamente los términos de su coexistencia con el sector más conservador, priorizando la unidad opositora frente a un gobierno común que ambos bloques identifican como una amenaza mayor.

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