La relación entre el líder político Eduardo Artés y el movimiento estudiantil secundario trasciende el mero apoyo circunstancial para erigirse como un pilar fundamental de su estrategia discursiva y una expresión de su visión política. Un reciente y áspero intercambio en el debate de Archi, donde se le interrogó sobre su postura ante las protestas violentas en liceos, dejó al descubierto la esencia de su posicionamiento. Frente a la presión para condenar los métodos, Artés no eludió el tema, sino que articuló una defensa que va más allá de la justificación táctica para adentrarse en un terreno filosófico y político.
“Hay una rabia acumulada. Cuando los padres no pueden expresarse se expresan los alumnos. Las formas podemos discutirlas, podemos estar de acuerdo o no”, declaró inicialmente, reconociendo un malestar social subyacente. Sin embargo, fue su siguiente afirmación, pronunciada con visible molestia ante la insistencia periodística, la que delineó con crudeza su postura: “Hay que estar con los alumnos y estaré, incluso con aquellos que tiran la bomba molotov. Estaré con ellos porque son personas, son alumnos no son delincuentes”. Al ser presionado para aclarar esta polémica declaración, matizó: “Son niños, son jóvenes. Estaré con ellos, discutiré con ellos fraternalmente, veré su rabia”. Esta secuencia revela un marco interpretativo clave: la priorización de la comprensión y el acompañamiento “fraternal” sobre la condena categórica de actos delictivos, situando la “rabia” como un síntoma legítimo de un conflicto mayor.
Este episodio no es un hecho aislado, sino la culminación de una relación simbiótica y estratégica con el estudiantado de liceos emblemáticos, tejida a lo largo de años. Ya en abril de 2022, en su cuenta de X, Artés proclamaba: “Los estudiantes secundarios, sus luchas ¡nuestras luchas!”, citando específicamente al INBA, el Instituto Nacional, el Barros Borgoño y el Lastarria, al tiempo que criticaba a las autoridades por su inacción. Este periodo, según reportes de prensa, se caracterizó por episodios de violencia y vandalismo en varios establecimientos, en el tenso retorno a la presencialidad post-pandemia.
Su compromiso se materializó días después, el 28 de abril de 2022, cuando visitó el Liceo José Victorino Lastarria, invitado por el Centro de Alumnos. Allí, en el corazón de una “valiente toma” —según sus palabras—, ofreció su apoyo incondicional. Esta visita no estuvo exenta de controversia, ya que contravino los acuerdos internos de la toma que prohibían el acceso a personas externas. Las movilizaciones en el Lastarria derivaron posteriormente en manifestaciones violentas que requirieron la intervención de Carabineros, y en octubre de ese mismo año, el cuerpo docente denunció agresiones físicas y psicológicas contra una profesora.
El Instituto Nacional ha sido otro escenario clave en esta estrategia de inserción. Artés lo ha visitado en al menos tres oportunidades, consolidando su presencia. El 4 de septiembre de 2023, en una charla por los 50 años del golpe de Estado, se fotografió con la bandera de su partido y afirmó que “no existe posibilidad de conciliación” con los responsables de la masacre, en un discurso que enmarca la lucha actual dentro de un relato histórico de conflicto irresuelto. La invitación del centro de alumnos lo presentaba como “una figura inspiradora que ha dejado una huella imborrable”. Coincidentemente, días después, entre el 7 y el 8 de septiembre, se registraron graves incidentes en el mismo instituto, con encapuchados incendiando una garita y lanzando molotovs.
Anteriormente, en septiembre de 2021, un video lo mostraba recorriendo el establecimiento, arengando a los estudiantes con un mensaje de relevo generacional: “Ustedes son la democracia”. En esa ocasión, ovacionado, alzó un cartel contra la Ley Aula Segura y a favor de la “libertad de lxs presxs políticos”, mezclando la reivindicación educacional con un discurso carcelario de alta carga simbólica.
Esta labor de proselitismo se extiende a otros liceos. En 2021, invitó a un conversatorio en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) bajo la consigna “Somos la izquierda”. Ya en 2018, en una charla sobre la Revolución Rusa en el Colegio Chile de San Miguel, argumentó que los jóvenes buscan “con desesperación una ideología y un pensamiento revolucionario”, revelando su concepción de la educación como un espacio de formación doctrinaria.
La coherencia de su postura se ve cuestionada por una aparente paradoja: Artés aboga por reducir la edad de votación a los 16 años, ampliando los derechos políticos de los adolescentes, pero se opone a bajar la edad de responsabilidad penal, lo que exime de consecuencias penales a los mismos jóvenes cuyas acciones, en algunos casos, defiende o contextualiza.
Esta metodología de activismo dentro de las aulas no ha pasado desapercibida y genera un intenso debate ético y legal. El Colegio de Profesores, tras una visita de José Antonio Kast a un liceo en octubre, presentó una denuncia en Contraloría por “actividad proselitista”, alegando la vulneración del principio de prescindencia política que debe regir en los establecimientos educacionales del Estado. Esta acción judicial establece un espejo crítico frente a las actividades de Artés, planteando una pregunta incómoda: ¿dónde se traza la línea entre el diálogo con la comunidad educativa y la instrumentalización política de las aulas? La trayectoria de Artés sugiere que, para él, esa línea es tan difusa como la distinción que hace entre un alumno que protesta y uno que lanza una bomba molotov.
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