Más allá de un mero acto de camaradería, el encuentro sostenido este lunes en la residencia de la familia Piñera Morel constituye un gesto geopolítico dentro del espectro opositor chileno. La recepción de José Antonio Kast y su esposa, María Pía Adriasola, por parte de la exprimera dama Cecilia Morel y sus hijos, representa la culminación de un proceso de realineamiento estratégico, sellando públicamente la unidad de un sector fragmentado y transfiriendo el capital político del legado piñerista hacia la candidatura republicana a escasas semanas de la segunda vuelta.

El valor de este acto reside en su profundo simbolismo. La elección de la casa en San Damián, escenario del segundo gobierno de Sebastián Piñera, no es trivial; confiere una investidura de continuidad y正统idad (legitimidad) al candidato que, tras el estallido social de 2019, se erigió en una crítica frontal desde la derecha más dura, llegando a tildar la gestión del exmandatario de “desastrosa”. Este reencuentro, por tanto, opera como una reconciliación narrativa, sepultando públicamente las diferencias pasadas en pos de un objetivo común: la derrota de la izquierda.

El análisis del recorrido hacia este encuentro revela una transición calculada y condicionada por los resultados electorales. Inicialmente, la familia Piñera Morel había canalizado su apoyo —tanto político como financiero, con donaciones que sumaron al menos 35 millones de pesos— hacia la candidatura de Evelyn Matthei, con quien Cecilia Morel sostuvo un acercamiento cotidiano. Sin embargo, el quinto lugar obtenido por la exalcaldesa en la primera vuelta funcionó como un punto de inflexión crítico. Según se relata, fue la propia viuda del expresidente quien, en una conversación telefónica la noche de la derrota, actuó como un catalizador fundamental para el respaldo público de Matthei a Kast, un movimiento que hasta entonces parecía incierto.

Este giro activó una secuencia de acercamientos formales. Los contactos entre el comando de Kast y la familia, particularmente a través de Magdalena Piñera y la jefa de gabinete del candidato, Carolina Araya, buscaron concretar un acto que, como sostienen en el entorno republicano, debía realizarse en la residencia de los Piñera por la investidura que conlleva y para resaltar el valor de las primeras damas, cargo eliminado durante la actual administración.

Las declaraciones posteriores a la reunión de poco más de una hora son elocuentes en su intento por construir un relato unificado. Kast realizó un reconocimiento explícito al legado de Piñera, agradeciendo a la familia “por todo lo que han trabajado por Chile” y destacando una “experiencia acumulada en dos gobiernos” que trasciende lo político. Por su parte, Magdalena Piñera delineó con claridad el nuevo mapa adversarial: “estamos súper claros y convencidos de que el adversario político es una candidata del PC”. La enfática declaración de Cecilia Morel —“esto es sin condiciones. No queremos ningún puesto, nada de nada”— busca despejar cualquier suspicacia sobre negociaciones de cupos, subrayando que el apoyo responde a una convicción estratégica frente a un escenario político polarizado.

En síntesis, la reunión en San Damián no fue solo un photo opportunity, sino la materialización de una recomposición orgánica en la centroderecha.

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