El telescopio espacial James Webb (JWST) ha detectado señales que podrían corresponder al agujero negro supermasivo más lejano identificado hasta ahora, ubicado en el centro de la joven galaxia GHZ2. La luz emitida por este sistema llegó a la Tierra tras un viaje de 13.400 millones de años, lo que permite observar un periodo extremadamente temprano del universo, apenas unos cientos de millones de años después del Big Bang.

Según los primeros datos obtenidos por los instrumentos NIRSpec y MIRI del JWST, el espectro de GHZ2 está dominado por líneas de emisión de notable intensidad, un rasgo que ha llevado a los astrónomos a plantear la presencia de fuentes de radiación de muy alta energía. Esta información inicial sugiere que el comportamiento de la galaxia podría estar vinculado a un núcleo galáctico activo en fase de crecimiento, alimentado por un agujero negro central.

Una señal química clave para los investigadores

El elemento más llamativo del espectro analizado es la presencia de la línea C IV λ1548, asociada al carbono triplemente ionizado. La energía necesaria para producir este nivel de ionización es extraordinariamente alta, muy superior a la que pueden generar estrellas jóvenes de forma convencional.

Eliminar tres electrones requiere un campo de radiación extremadamente intenso, lo cual es muy difícil de lograr solo con estrellas”, explicó a Live Science el investigador Óscar Chávez Ortiz, autor principal del estudio. Esta observación ha obligado al equipo a ajustar sus modelos para distinguir entre la contribución típica de la formación estelar y la radiación que podría ser generada por un agujero negro activo.

Aunque algunas señales coinciden con procesos habituales en galaxias en formación, la marcada intensidad del carbono ionizado apunta a una fuente energética adicional, característica de los núcleos galácticos en los que un agujero negro devora materia a gran velocidad.

Un enigmático sistema que desafía los modelos actuales

Los especialistas reconocen que GHZ2 carece de ciertos indicadores clásicos que suelen confirmar la presencia de un núcleo activo, lo que abre la puerta a escenarios mixtos o híbridos. Entre las posibilidades se considera la coexistencia de estrellas masivas de vida corta con un agujero negro supermasivo en plena fase de acumulación de material.

También se evalúan mecanismos de ionización poco documentados en galaxias tan tempranas, lo que convierte a GHZ2 en un objeto de estudio excepcionalmente complejo para los modelos actuales de formación cósmica.

Tras la publicación del preprint en arXiv, el equipo subrayó que obtener espectros de mayor resolución será fundamental para esclarecer el origen de estas emisiones. Las próximas observaciones del James Webb, junto con mediciones del conjunto de radiotelescopios ALMA, permitirán determinar si el núcleo de GHZ2 alberga efectivamente el agujero negro más remoto descubierto hasta hoy.

La confirmación de este hallazgo podría aportar pistas cruciales para resolver uno de los mayores enigmas de la cosmología moderna: si los primeros agujeros negros se formaron como “semillas ligeras” que crecieron explosivamente, o como “semillas pesadas” que partieron desde masas iniciales mucho mayores.

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