Con la llegada del 31 de diciembre, cada vez más personas optan por recibir el Año Nuevo fuera del hogar. La elección no obedece únicamente a un cambio de escenario, sino a una transformación cultural más profunda en la forma de celebrar, donde las experiencias organizadas, seguras y centradas en el encuentro social ganan terreno frente a las celebraciones domésticas tradicionales.
Diversos estudios respaldan esta tendencia. Investigaciones del World Happiness Report (2025) y de la Universidad de Oxford (2017) coinciden en subrayar la relevancia de compartir una comida con otras personas como un factor clave en el bienestar emocional. Según estos análisis, las cenas compartidas con amigos y familiares fortalecen los vínculos sociales, reducen los niveles de estrés y mejoran la percepción general de felicidad. En fechas cargadas de simbolismo, como el cierre de un año y el inicio de otro, este componente emocional adquiere un valor aún mayor, convirtiendo la celebración en un acto de conexión más que en un simple rito.
Este contexto ha impulsado una oferta creciente y diversificada de panoramas en Santiago y sus alrededores. Hoteles, centros de eventos y espacios de entretención han desarrollado propuestas integrales que combinan gastronomía, música y celebración en un mismo lugar, respondiendo a una demanda que prioriza la experiencia completa por sobre la improvisación. A ello se suman factores prácticos que hoy influyen decisivamente en la elección: la seguridad, la planificación logística y la posibilidad de evitar largos traslados en una noche marcada por la alta congestión vial.
Bajo esta lógica, algunos recintos cercanos a la capital han diseñado celebraciones de Año Nuevo concebidas como experiencias continuas, capaces de acompañar a los asistentes durante toda la noche. Un ejemplo es Monticello, centro de entretención que ha preparado una propuesta que incluye una cena de gala de cuatro tiempos, diseñada por su chef ejecutivo Marco Undurraga. La oferta gastronómica pone énfasis tanto en la calidad culinaria como en la diversidad de públicos, incorporando maridajes cuidadosamente seleccionados que buscan resaltar la identidad del vino chileno y el valor del producto local como parte del relato de la noche.
La propuesta contempla, además, menús veganos en cada uno de los tiempos, alternativas especiales para niños y un Candy Bar orientado a los más pequeños, reforzando el carácter transversal e inclusivo de la celebración.
“Queremos que los asistentes sientan que viven algo más que una cena. Buscamos una experiencia que combine calidez y sorpresa, donde cada plato aporte al espíritu de la noche”, explica Undurraga, destacando la intención de transformar la gastronomía en un elemento narrativo de la experiencia.
Finalizada la cena, la celebración se proyecta más allá de la mesa, con música en vivo, DJ y una pista de baile que se activa pasada la medianoche. La ambientación temática y la continuidad del programa están pensadas para que los asistentes puedan cenar, brindar y celebrar la llegada del nuevo año sin interrupciones ni desplazamientos adicionales, reforzando la sensación de unidad y fluidez en la experiencia.
Este tipo de eventos refleja una tendencia más amplia hacia celebraciones planificadas, donde la experiencia integral y la logística adquieren un rol central. Elementos como la disponibilidad de estacionamientos amplios y gratuitos, junto con accesos controlados, se han convertido en factores determinantes a la hora de decidir celebrar fuera del hogar, consolidando un modelo que combina disfrute, seguridad y bienestar emocional en una de las noches más significativas del calendario.
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